En el pasado, en la época prehispánica, los p’urhépecha no peleaban la TIERRA, ellos la respetaban, cada miembro de la comunidad asumía un rol de guardianes con derechos y responsabilidades. Lo que si hacían los p’urhépecha en esa época era pelear por el TERRITORIO, emprendían fuertes guerras para extender el territorio de KURHÍKUAERI.
La tierra que pelea hoy SEVINA y NAHUATZEN no es de ellos, ni muchos menos de los posesionarios ya sean comuneros -de hecho o de derecho- o pequeños propietarios, la tierra es de todos los p’urhépecha. Los que la pelean hoy es que ellos han visto en la tierra como una mercancía, la quieren para explotarla, venderla.
Nuestros antepasados p’urhépecha veían a la tierra como su madre, y una madre no se vende, al contrario se cuida, se conserva porque de ella depende la supervivencia de las generaciones del presente y el futuro, y es por ello que debemos asumir un rol de guardianes con derechos y responsabilidades, defenderla de la mano extraña de los de fuera, lo que debemos hacer los p'urhepecha de hoy es garantizar la protección, disponibilidad de ella, por ejemplo del agua, tal como se establece en la declaración de Kioto de los Pueblos Indígenas sobre el agua del 2003 y no para comercializarla.
Les digo, que hoy, los que pelean la tierra son mercaderes no p’urhépecha, los que por medio de la violencia quieren imponer su ley, no son p’urhépecha, los que quieren instalar una valla o zanja, -muy al estilo de muro de Berlín- no son p’urhépecha.
La tierra es nuestra madre, en ella mamamos la vida. Nosotros como humanos nos vamos de la tierra y la tierra se queda en el mismo lugar. Lo que nos queda es cuidarla que no nos invadan los turhísï, porque si llegan donde van a vivir los hijos de nuestros hijos.
Así que desde este espacio digo a los de Sevina y Nahuatzen, reflexionen, la tierra no les pertenece, es de todos los p’urhépecha, reconstruyamos el territorio y la memoria de nuestros antepasados. Dejen de pelearse por algo que NO es de ustedes.
Madre tierra,
te quiero así,
con tus aromas,
con la música de tu existencia;
te necesito libre,
donde mi hijo juegue
y el hijo de mi hijo sueñe.
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Autor: Pedro Victoriano Cruz

Fotografía de Juan José Estrada Serafín.