Juchári Jimbani Uéxurhini / Año Nuevo P'urhépecha.

Francisco Bautista, Axúni (venado), recogía los desechos que cientos de visitantes sin recato tiraban en la plaza principal del pueblo. Y aunque es verdad que no había botes de basura suficientes, la realidad era que a casi nadie le importaba qué finalidad iban a tener los miles de vasos de unicel, las mazorcas, las bolsas de plástico, las botellas de agua o de refresco que se generaban por cientos cada pocos minutos. Axúni, reconocido músico de pirekuas y experto andador de caminos, cumplía con su labor solitaria mientras otros como yo sólo lo veíamos de lejos congelándonos un poco en medio del frío de la poca sierra que queda en Arantepacua.


Sin ayuda gubernamental, ley seca obligatoria y sin la injerencia de la religión católica, este lugar fue sede del festejo más importante de la Cultura Purépecha, llamado Kurhíkuaeri K'uínchekua.

Y mientras observaba al músico convertido esa noche también en barrendero, pensaba que su esfuerzo iba mucho más allá del sólo recoger los restos de la fiesta de Año Nuevo en medio de la indiferencia de la mayoría: se trata, me dije, de un profundo cariño que debe tener este hombre por su pueblo, por su tierra, por su tradición. Un ejemplo silencioso de lo que significa ser purépecha, un esfuerzo de edificación identitaria que hoy muchos están reconstruyendo.

Así en medio de esos quehaceres, el pasado 1 de febrero Arantepacua (que significa vivir en un llano) se convirtió en uno de los pocos lugares en el mundo donde la palabra autonomía cobró un significado verdadero. Sin ayuda gubernamental, ley seca obligatoria y sin la injerencia de la religión católica, este lugar de casi 3 mil habitantes fue sede del festejo más importante de la Cultura P'urhépecha, el llamado Kurhíkuaeri K'uínchekua.

A la celebración como cada año acudieron cientos de personas de las cuatro regiones del mundo purépecha, decenas de comunidades hablantes de la lengua representadas en ese lugar orgullosas de sus raíces: jóvenes, ancianos, niños, mujeres, hombres vestidos con sus mejores galas; danzantes y músicos congregados en un festejo sin alcohol que incluye un ritual en donde se comparte la comida con a veces miles de visitantes: caldos, charales, atoles, tamales, tés, rojos, negros, amarillos, maíz pinto, colorado, aguas de Jamaica, chiles multicolores. Y al finalizar el día rallando la media noche: el encendido del Fuego Nuevo, el momento cumbre de la solemnidad. Todo allí fue algarabía, colorido, música, olor a copal: la pequeña plaza se convirtió en un gran escenario simbólico adornado de altares, imágenes, banderas, ofrendas de maíz, leña, pieles de animales muertos, artesanías, incensarios, rodeando a los respetados cargueros, invocando la fuerza de los elementos naturales con discursos en purépecha y ofrendas al dios Kurhíkuaeri.

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Pero apenas llegando a Michoacán se aprecian desde hace meses inmensos espectaculares que dan la bienvenida al papa Francisco que pisará México este mes y visitará particularmente el estado de Michoacán. Como es de imaginar por estos rumbos, mucha gente no habla de otra cosa: quieren hacer vallas, encontrar boletos para verlo en algún estadio de Morelia y muchos incluso piden el milagrito de divisarlo siquiera desde alguna azotea estratégica para gritar a todo pulmón cuánto lo aman. Y justo en medio de ese vocerío papal, Arantepacua de forma impresionante, callada y cordial, sin hacer caso a los llamados del obispado de Morelia que amenazaron con quitarles la parroquia, dejó a un lado la herencia colonial para dedicar un sólo día a su cultura, (vaya escándalo para algunos previendo la visita de Bergoglio). Del tema conversé con Tata Pedro Victoriano Cruz comunicador purépecha originario de San Lorenzo, representante de bienes comunales de su pueblo y parte del concejo organizador del Año Nuevo Purépecha, uno de los hombres más comprometidos con el conocimiento y difusión de su cultura.

Tata Pedro comentó que en 34 años de haber retomado las costumbres antiguas el hecho de que no se incluyera la misa católica cumplió con un deseo que tenía el concejo organizador desde hace un tiempo. Recordó que a raíz de la muerte en 1987 del sacerdote y antropólogo Agustín García quien fue uno de los promotores de la fiesta se propició la inclusión de la misa católica dentro del evento, sin embargo “el padre sólo participaba en su carácter de antropólogo, no como religioso, por lo que desde hace tiempo teníamos las intención de regresar a lo que en un principio fue concebido porque la celebración católica se estaba convirtiendo en el centro del evento, lo que contrarresta con el objetivo del Año Nuevo… esta festividad tiene que rememorar el pasado histórico, tiene que ir a la raíz de la cultura…. no vamos a decir que estamos invitando a que se cambien a otra religión, la mayoría de la gente es católica, pero tratamos de escuchar a la cultura, a la raíz, que sea ella la rectora de esta ceremonia. Es una decisión de las autoridades purépechas y en asamblea. Con el tiempo la gente se dará cuenta de que esta acción no es para separar sino para unificar, no caigamos en lo que hacen las otras religiones que siempre están peleadas”.

Identidad P'urhépecha.

Pedro Victoriano Cruz, comentó además que los especialistas en la historia del pueblo purépecha han detectado que en los pueblos hay cientos de celebraciones patronales, cada comunidad puede tener incluso más de 20, pero se dieron cuenta de que sólo una guardaba verdaderamente la esencia prehispánica, preservando en buena medida su cosmovisión originaria y esa es la del Año Nuevo en honor y en torno al Fuego, “por lo que es importante defender su originalidad que por cientos de años estuvo olvidada y afortunadamente preservada en la historia oral de los abuelos debido a que no hay muchos documentos escritos sobre su historia”.

Y con respecto al objetivos de la fiesta el comunicador agregó, “observamos también que en otros lados las fiestas patronales cada vez van empeorando, ya ni siquiera se hacen en honor al santo, se convierten en un degenere, ya no tienen un motivo espiritual, ese está reemplazado, lo que queremos es que el pueblo respete lo nuestro, exigir que se conserve lo importante”.

El Pueblo P'urhépecha además se distingue por contar con un grupo grande de intelectuales que constantemente reflexionan sobre el ser purépecha, lo que confirmó el líder comunal y estudioso del tema, “estamos en constante reflexión de nuestra identidad, constantemente nos preguntamos: ¿cuál es la diferencia entre un ser purépecha o un ser no purépecha?, ¿es el vestimento, la comida, el pensamiento? Hay quien nace aquí y no quiere ser purépecha, en cambio hay gente que no nace aquí y quieren serlo, y otras que no hablan la lengua y son más purépechas que los purépechas. Para poder vivir presente y futuro, tenemos que ir a la raíz, a la cosmovisión, hay costumbres que nacieron del México contemporáneo, tenemos que ver cuáles pueden servir en la actualidad y cuáles no, por eso la importancia de esta ceremonia, de recordar simbólicamente el Fuego que es el primer motor de la vida”.

Antes de despedirme pregunté al comunicador contra qué luchan actualmente los pueblos originarios y sin dudarlo Pedro Victoriano contestó que el día de hoy la revolución más importante del pueblo purépecha es por recuperar su identidad, “hablamos de una revolución pero del propio purépecha, es decir entre la cosmovisión prehispánica y lo contemporáneo que tiene otra forma de vivir, el purépecha actual tiende más a imitar las formas de vida capitalistas, la tierra la ve como objeto vendible por ejemplo. Lo que tenemos que hacer es luchar contra los mismos purépechas porque nuestros antepasados no tenían esa concepción de vida, otros dicen que nosotros estamos equivocados, por eso la revolución debe ser con nosotros mismos… para poder hablar de otro enemigo, como el capitalismo o el gobierno, primero es importante ver que si me invaden es porque yo lo permito, yo estoy empobreciendo la tierra, para poder reclamar el territorio tenemos que ponernos de acuerdo primero entre nosotros mismos, es decir, que las raíces nos unifiquen”.

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Antes de finalizar el día, la gente esperaba el gran acontecimiento: el encendido del Fuego Nuevo, pero cada quien lo hacía a su manera. En alguna parte se veían desperdigados en las banquetas los jóvenes que terminaban sus torneos de Uarukua Chanakua (juego de pelota con bastón) con las caras enrojecidas de sol, vencidos por un estimulante cansancio acumulado durante todo el día de competencia; algunos otros hacían grupos en plena calle donde se oían pirekuas espontáneas cantadas a capela; al anochecer el trío de pirekuas los Angelitos de plano se salieron del esquema y colocaron su bocina a un lado del puesto de enchiladas para demostrar su talento joven y orgulloso de su lengua sin preocuparse por traducir al español sus mensajes, ni siquiera para promocionar su disco; otros caminaban por los puestos de artesanía para mitigar un poco el frío, buscando algo caliente que resbalara por la garganta; también estaban los que hacían globos de cantoya; o los que gustosos quedaban apostados junto al gran escenario muriendo de frío mientras observaban los bailes oriundos de cada región, con niños y adultos zapateando con gran convicción. Increíbles danzantes vestidos de colores brillantes y máscaras talladas de madera, representando personajes de cientos de años atrás como lo hicieran sus abuelos y los abuelos de sus abuelos, gente que parecía venir de otros siglos apropiándose del entarimado, sudando a pesar del titiriteo común, tan bello y extraño, y a la vez tan lejano a los espectáculos folklóricos que sirven sólo para divertimento de gringos en Bellas Artes.

Al llegar la medianoche, al apagarse las luces del pueblo, al voltear la mirada a las estrellas buscando a Orión, al subir los cargueros a la pirámide colocada en el centro del pueblo, al prender el Fuego sagrado con pedernales, al gritar una vez más que juntos somos la fuerza, el fuego, Kurhikuaeri, se comparte y entonces bailamos la música comunitaria de la esperanza con nuestro ocote prendido, símbolo de lucha para el pueblo digno y valiente que va reconstruyendo su identidad. Y antes de irnos nos llevamos la noticia de que será Huancito el pueblo que recibirá el próximo año la responsabilidad de la fiesta, porque así lo determinó el concejo, un concejo libre pero sobre todo autónomo.

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Un escrito de: Emma Aguado.
Fuente: SomosMass99.com

Arantepacua, Michoacán, México.
Jueves 4 de febrero de 2016.