Iámendu úkua, uénakorhesïndi ch’anháparini, ióndki anápu ch’anhákua mintsíteri ka uarhíkueri uénakorhesíndi. Echéri ch’anhákua juchari Nándi Echeri. Késïkurhikua uákurhisïndiksï tanímu xanháru, aúandarhu pínharhiparini ka ekúakurhisïndi uénakua uarhíperakueri Tatá Jurhíata japárini ka churekua. Ch’anháparini ch’jpiri jinguni.



Míantskua jindesti uinhápikua iréteri, andáperakua exéparini naníinga jambéri niárajka, jurhíatekueche ka miákurhikua ch’anhákua mendku isï japarini mágia arhíkata jinguni, najkiruki tiémpu arhíkata xerékuarhika. T’u iréeka engare exéntajka jakájkukuani ka kómu arhíjperataani ka úkurhénchakuani engajtsïni juchári t’arhépitiicha intsïpeka ka jurájkucheka. Jóskua sapírhatiicha, tsïntsïkua ch’anháka, nirásindiksï t’apuru t’antsïrhakuarhu uératini ch’anháriicha engaksï úejka andápini mintsïta aránsa iréteeri, jimá enga uandántsïkua uárhukua ch’anhákua uénhakurijka. Ch'anhákuecheri: Ch'anhákua, ch'anhári manákuarhisïndi anhátapu uinhápiti jinguni. Isï tsïpirarini engani nitámajka jurhíatekuecha, ka naíenga úkorijka. Aúandarhu ch'anhákua ka k'umándecharhu, jimá enga isï úkuarhijka, manákuarhisïndiksï iúmu ch'anhári charhápitiicha ka máteru turhípitiicha engaksí jinguni jupíperajka andáperakuarhu. Isï eski tsïpitku uinhápikua echériiri.”



“Hace más de tres mil milenios, nuestros ancestros jugaban en comunión con los Dioses. Nuestros antepasados inventaron una forma de comunicarse con los Dioses. Descubrieron una manera de celebrar la vida y rendir tributo a la muerte. Esta es la historia de la Uárhukua Ch'anákua, el juego de la pelota P'urhépecha. El juego de la pelota es una mezcla entre una práctica cultural, ritual y obviamente con un contenido simbólico. El devenir de este Pueblo estará asegurado mientras su genética y sus deportes y su arte se sigan practicando...”

En México, las raíces mesoamericanas están presentes en la pluriculturalidad viva de los pueblos originarios, que a pesar del proceso histórico de la conquista, hoy recuperan la memoria de su identidad como sujetos de su propio destino, con nuevos significados en los conceptos religiosos, rituales y lúdicos.

La pelota P’urhépecha es uno de estos rasgos que se ha conservado vivo hasta nuestros días. Es innegable que se ha transformado pero se hace vigente el conocimiento de nuestros ancestros adaptándose a cada momento histórico.

El estado P’urhépecha fue la sociedad prehispánica que alcanzó mayor complejidad sociopolítica en el occidente de México. Este pueblo estableció su territorio en una zona central que se localiza en la cuenca del Lago de Pátzcuaro, y forma parte de una de las porciones más elevadas de la faja volcánica transversal ubicada en el centro norte del actual estado de Michoacán.

Desde sus orígenes el Pueblo P’urhépecha consideró a Kurhíkua K’eri (curicaveri) el gran fuego como el Padre de los Dioses, y bajo este precepto, su pensamiento filosófico se ha manifestado por medio de todas las artes y en especial por medio de los juegos y deportes ceremoniales.

El juego de pelota P’urhépecha es revelador de los tres niveles cosmogónicos o simbólicos que animaban el movimiento del sol, para de esta manera salvaguardar la vigencia de la vida en la tierra. El espacio del juego se relacionaba al mismo tiempo con el universo P’urhépecha concebido en forma de tres planos superpuestos:

  • Aúandarhu, región del cielo.
  • Echérendu, región de la tierra.
  • K’umánchekuarhu, la región de los muertos.

Los ritos y el juego sagrado como la Uárhukua ch’anhákua, fungían como una memoria histórica que actualizaba los grandes acontecimientos de la fundación y organización del cosmos. Al mismo tiempo que inculcaba la población la ideología de la clase dirigente.

Esta manera de ver el mundo se refuerza con una noción de círculo dialectico como la vida y la muerte. Se inicia en un centro o redondel que nos remite a la noción del cero, del principio creador que contiene dos potencias iguales opuestas y complementarias como el Padre, la Madre, que en la mayoría de las culturas mesoamericanas tienen una representación de Dios dual. Como los engendradores que han dado inicio a la creación y a la humanidad.

El juego de pelota P’urhépecha se convierte entonces en una lucha simbólica, mas no destructiva de contrarios entre jugadores, entre las fuerzas naturales y los Dioses míticos, de las creencias ancestrales.

Al evolucionar, la Uárhukua fue perdiendo su carácter ritual y religioso, pero conservó su esencia lúdica y tal vez esa cualidad es lo que evitó su extinción.

Se ha venido practicando preferentemente en los periodos de fin de ciclo de las cosechas, en la época invernal, ya que las labores del campo disminuyen y la gente tiene más tiempo libre propicio para la recreación.

A pasado el tiempo y se modificó la forma, pero no la esencia del juego. Con todas las implicaciones de la conquista, no se puede hablar de una desaparición de esta tradición, sino más bien de una adaptación permanente de su práctica que al presente se constituye como un valor vivo, un ente social que sigue en su proceso evolutivo.

Producciones CREART
Dirección y Producción: Vladimir Soto Campos
Guion: José Luis Soto González, Vladimir Soto Campos
Cámara: Vladimir Soto Campos
Sonido: Vladimir Soto Campos, Manuel Treviño
Edición: José Manuel Treviño.
Idiomas: Purépecha y español.
Morelia, Michoacán, México. 2006.

Grabado en locaciones del estado de Michoacán, México (Morelia, Uruapan, Tingambato, Ihuatzio, Tzintzuntzan, Aranza). Con recreaciones del juego y recorridos virtuales de las iákateecha (Yácatas) de Tzintzuntzan.

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