Un escrito del Profesor Daniel Ambriz Mendoza.

Todo parecía extraordinario, se habían logrado concluir las reformas estructurales que el país necesitaba para ponerlo en movimiento, eso decían los anuncios promocionales en los medios de comunicación, nos estaban vendiendo la idea de un México trabajando, en armonía política y en paz. De pronto todo cambió, un crimen a lesa humanidad en el Estado de Guerrero bastó para desnudar a un sistema político endeble y maquillado, la percepción social de ese acontecimiento hacia atrás fue una, después de ese crimen atroz hacia acá es otra.

La corrupción, la ineficacia y la complicidad de todos los niveles de autoridad involucrados en la investigación de los vergonzosos hechos ha quedado en evidencia, es inexplicable que a casi un mes del lamentable suceso no se haya hecho justicia y anden sueltos los asesinos de los seis normalistas muertos durante la noche del pasado 26 de septiembre, pero más inconcebible resulta que no se tenga pista alguna sobre la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, es un hecho por demás evidente que fueron secuestrados y llevados hacia algún lugar, ojalá estén vivos, ya se concluyó que los cuerpos encontrados en las fosas clandestinas no corresponden a los estudiantes desaparecidos, entonces, ¿Dónde están?, esconder a 43 personas no es fácil, no son agujas diminutas que se puedan perder en cualquier lugar y más aún cuando el acontecimiento es del dominio nacional e internacional poniendo a todos en alerta sobre cualquier movimiento que resulte sospechoso. Es inconcebible lo que está sucediendo en un país que se jacta de tener instituciones especializadas con personal competente y redes de inteligencia suficientes para saber sobre cualquier movimiento que atente en contra de la paz y la estabilidad social.

No es posible tanta saña, la insensiblidad de la clase política se sale de toda dimensión, no les importa el dolor y la angustia de las familias enlutadas y de aquellas que esperan con ansia que aparezcan sus hijos, y los quieren vivos, en el rostro de las madres que esperan se puede reflejar todo lo que en nuestro país falta por hacer, en ese espejo se puede ver la desesperación, la angustia, la marginación, la pobreza y la injusticia.

El Estado de Guerrero se ha visto el llamas, a Michoacán poco le faltó para estar en condición similar, en ambos la inseguridad es evidente, la corrupción también ¿En cuántos Estados de la República Mexicana puede detonar una situación similar? ¿Qué se ha estado incubando por años y que puede ver la luz en cualquier momento?, con esto y con lo que está por venir, ¿Qué intenta probar el sistema político mexicano?

Por encima de lo que es evidente y que nos llena de rabia e indignación se le ve manejo externo, intereses políticos por el control y el poder están haciendo presa a una sociedad que poco tiene que ver de manera directa en el asunto, se están agitando las aguas para revolver el río, no pasará mucho tiempo para que podamos ver a los pescadores que salieron ganando, estamos ante un poder político deshumanizante y sin valores que es capaz de todo para lograr su objetivos. Es urgente atender la pobreza y abrir oportunidades de educación y empleo para la población pero vemos que la clase política en el poder atiende sólo que que le importa para conservarse en el poder. Queda evidente que la educación no es lo importante, matar a seis normalistas que estaban por concluir sus estudios y desaparecer a otros 43 nos habla de la vocación por educar del gobierno mexicano.

La caída del Gobernador del Estado de Guerrero es lo que menos le abona a la solución de los problemas que se viven en aquella Entidad, Ángel Aguirre Rivero debe quedarse, dar la cara y rendir cuentas, él debe encabezar la búsqueda de los normalistas hasta que aparezcan y debe de castigar a los responsables de los hechos, pero al parecer lo que menos importa es resolver estos problemas, revanchas y luchas intestinas por el poder local es lo que se deja ver.