Todos los jovencitos buscábamos en desocuparnos pronto de nuestras labores del campo para en la tarde ir al cine de la comunidad, como a las 6 de la tarde se escuchaba la música y decía. “Cine Lolita invita a la siguiente película, El Santo Enmascarado de Plata y las Mujeres Vampiro”, mientras se escuchaba la música de fondo la canción (Hung Up), de Madona, todos los niños nos arremolinamos en la tienda de la plaza propiedad del abuelo Ricardo Gabriel, para ver la cartelera.

Los mayores jugaban básquet bol, para de ahí si ganaban sacar el dinerito para la entrada, y nosotros nos agrupábamos en las calles empedradas de Comachuén para jugar canicas con otros niños y quien ganaba tenía ya garantizada la entrada y un refresco en el cine, cuando mal nos iba sabíamos que el abuelo Ricardo Gabriel aceptaba, mazorcas, calabazas y huevos eran un comerciante distinguido y visionario, los niños hay nos veían correteando las gallinas, robando mazorcas a nuestros padres en las trojes.

Las cintas de las películas los traían en burros desde Pichataro, decían las personas “aprevéngase hoy el cine va estar bien, hemos visto al abuelo Ricardo subiendo la cuesta con su burrito”. En los tiempos de cosecha, me desvivía en el trabajo con mis padres, y ya cuando llegamos a casa le decía “fijase padre que tengo ganas de ir al cine, me das mis cincuenta centavos”, ¿abra ocasión que no vayas al cine me decía? En lo que me daba mi dinerito entre una discreta sonrisa. El abuelo Ricardo, cobraba ese lugar en instantes se llenaba mientras en el fondo se veía la pantalla grande de blanco y negro, los señores iban envueltos de sus cobijas y tilmas, los niños nos sentábamos en las orillas, mientras los mayores se sentaban en las vigas del centro, y ya cuando estamos adentro era relajación y descanso la gente después de las jornadas de trabajo duros de la cosecha, íbamos por nuestra botanita que era unos churros con salsa, solo había algo que no me gustaba, que parecíamos que estábamos en un horno, la gente mayor fumaban mucho, diría mi madre “como si eso fuera alimento”.

Aquello era un asombro total en conocer la magia del cine, para nosotros era nuevo como había esos personajes; heroicos, monstruosos, y mujeres hermosas, en esa manta blanca, cuando salían las mujeres que acompañaban al Santo gritaban los señores ¡niños tápense los ojos!, y nosotros parecíamos hipnotizados al ver esas monumentos de mujeres. Cuando ya sabíamos que al terminar la función nos buscamos quienes vivían por donde mismo, para acompañarnos porque ya era noche la salida, y no faltaban quienes nos jugara bromas asustándonos en las esquinas en el trayecto.

Este cine nos trasformó nuestra percepción y incentivo nuestra creatividad, además este lugar y funciones unía mas a la gente, a la comunidad, porque ese enorme galera se llenaba con un poco más de 100 almas, allí se encontraban los compadres, solo amigos, se conocían los amigos, comentaban sus preocupaciones y aventuras del dia, estos espacios fomentaban la convivencia sana y cohesionaba a la comunidad. Los realizadores o los cineastas con sus trabajos cinematógrafos mexicanos en ese entonces no tan solo buscaban plasmar y dar mensaje de respeto, sino crear mitos, personajes y justicieros que marco a muchas generaciones, ahora se han invertido los papeles, ahora el “héroe, es quien ha matado más no quien han defendido más”. Después llego las videocaseteras en comachuèn, y poco a poco fueron desplazando aquel gran cine Lolita de Tata Lica, que hace 4 años falleció y nos dejo con gratos recuerdos con sus películas, vaya un reconocimiento a este personaje de Comachuèn, y que las nuevas generaciones en este sentido de la cultura del séptimo arte le debemos mucho.