En aquella madrugada del día 19 de septiembre de 1985, veníamos de regreso a darles de beber a las vacas con mi primo Crescencio Cruz montados en nuestros caballos, cuando de momento los becerros empezaron a saltar y los caballos que traíamos comenzaron a relinchar, nosotros no nos explicábamos que era lo que estaba pasando, y era en el puente en la salida a Tingambato, casi estábamos por llegar a Comachuèn. Cuando escuchamos un gran silbido que venía por los montes aquel sonido era impresionante, se veía como lo arboles se inclinaban como si fuera avena, y como que querían correrle como nosotros aquellos arboles, la tierra empezó a moverse fuerte, nos bajamos y le pedí a mi primo que nos aventáramos al suelo, no sé si eso fue lo mejor o peor por el grado de turbulencia que sentimos, era un gran terremoto lo que estábamos viviendo, el primero que experimentábamos teníamos 7 años en aquel entonces, “sentíamos que la tierra se abría”, nada más nos quedamos mirando con mucho miedo, en el pueblo se escuchaban los gallos y las campanas de la iglesia repicaban como que si alguien los estaba moviendo.

Después de aquel movimiento telúrico se tranquilizo era como las 7: 30 de la mañana, nos preguntamos que sí estábamos bien, los animales y los caballos los vimos que iban corriendo a todo galope a la casa. Nosotros avanzamos y al entrar a la comunidad todas las bardas de adobe que había todos se cayeron, por fortuna en nuestra comunidad no había rasca cielos de otra manera aquello sería una gran tragedia. Llegamos a casa cuando vi que mi padre ya nos estaba esperando, que bueno que se encuentran bien, que fue lo que paso le pregunte, una gran tragedia hijo, un terremoto desplomo a la ciudad de México, hay cientos de muertos, yo no conforme con aquel informe busque en la casa de los vecinos quienes tenían radio para escuchar las noticias. Al día siguiente nos avisaron que las casas y las torres del templo sufrió fuertes cuarteaduras, las noticias por la radio seguía escuchándose y fue así que me dirigí a la casa de mi abuelo Rutilio Sebastián era un hombre que leía mucho y los periódicos y las revistas le llegaban por una suscripción que tenia, y fue así que me dijo no te vayas asustar hijo “mira como quedaron los edificios y la gente enterrada en los escombros allá en México”, esas fotos trágica todavía lo sigo viendo.

Me quede paralizado como aquel fenómeno fueron ocasionado tanta tragedia y destrucción, y también como la gente se solidarizaba para rescatar varios sobrevivientes entre los escombros, sin duda ese terremoto me marco, y aun más a las personas que perdieron sus familias y patrimonio, desde ese día en nuestro país hubo un antes y un después, desde esa vez también le tuve mayor respeto a nuestras viviendas como son las trojes y que están hechas con mucha sabiduría, estas viviendas son antisísmicas. Aquello es difícil de explicar aquel fenómeno que lo vi llegar, es una especie de una mezcla de viento y movimiento. Ahora, a 28 años vi nuevamente las noticias de aquella tragedia y me acorde de aquel momento y de mi primo que ahora está en los Estados Unidos, aquella escena filosófica nunca la voy a olvidar, pero sobre todo recordarles que ante los movimientos de la madre naturaleza no somos nada.
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Raúl Cruz Sebastián