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Si bien los intereses de carácter personal se imponen en todo juicio consiente de participación política, es de humanos pecar por las dudas que ofrecen sus procesos y buscar entender, al menos, esos comportamientos. Concédaseme el beneficio de la duda y el error en mis reflexiones; en mi humanidad me refugio.

Comunidades difíciles de unificar, cabildos comunitarios (asambleas de jefes de barrios o encabezados) difíciles de consolidar. Están hechas así todas las estructuras políticas nuestras, fueron concebidos así. En consecuencia, la tarea de toda persona reflexiva es encontrar las minucias de las organizaciones originarias que formaron las primeras comunidades nuestras, las que seguramente se mantenían unidas en función de intereses de sobrevivencia cotidiana tales como compartir los menesteres de la vida, la religiosidad, su ciencia, su cultura.

Para entender estas cuestiones nada me instruyó tanto como leer, ”los espejos enterrados” de Carlos Fuentes, esas historias de personajes que irrumpen de las profundidades de América y Europa para comentar orígenes de pensamientos, actitudes y responsabilidades del ser. Luz celeste, fuentecina, que motiva a recuperar historias prohibidas, las que no se cuentan pero explican el sabor y el color de la tierra, tierra que nos pare, abraza y recibe para recordarnos lo que somos y lo que no somos.

Con este preámbulo, dónde están esas historias, -las municipales-, quien las ocultó, por qué no sabemos las historias maléficas que encierran las decisiones de “pertenecer” a tal o cual municipio y no a éste o al otro. De quienes son los genes de este bastardo, hijo único, rebelde y malcriado que se llama Tenencia; quién nos parió, en términos de “Tenencia”, qué maridajes, y compadrazgos se hicieron con motivo de tan virtuosa boda. Qué sacerdote certificó y dignificó la ceremonia; que al estricto sentir religioso impone lealtades eternas, recompensas a quien las sigue y al que las prostituya les oferta el olvido y marginación. Quiénes prestaron los servicios a la boda y quienes cuidaron a los hijos,-podría leerse barrio- quienes los instruyeron, y quién los instruye hoy y para qué.

La trilogía.

Los primeros cabildos en Michoacán nunca pudieron consolidarse sin esta trilogía; primero, armas; segundo, dinero y posesiones; y tercero, alianzas matrimoniales. Sería interesante indagar lo que sucedió en la conformación de los primeros municipios y por qué una vez que se crearon los primeros cabildos, estos tuvieron que ser defendidos no solo con matrimonios, sobornos y seducciones, sino por actos de guerra. Se impuso de una manera simple y para siempre, la bota del rico hacendado –sí, de hacienda pública- sobre las comunidades pequeñas a las que se les llamó tenencias.

Con el paso del tiempo, -por inconformidades y diferencias-, los cabildos así gestados tuvieron que rediseñarse a partir de la participación y condescendencia del poder con sectores a los que había que tener bajo control, sectores mimados y por lo mismo vacunados para gestar sus propias rebeliones, (es el caso de las actuales dirigencias de los partidos tradicionales). Debo decir, dirigencias vacunadas contra el virus de la esperanza. Así fuimos perdiendo, poco a poco, todo, valores y cultura…

Un poco de historia.

Cuando hablamos de política municipal y de su historia necesariamente nos referimos al concepto de ciudadanos, hombres y mujeres que vivían congregados en las primeras “grandes” ciudades y los cuales tenían ciertos derechos constitucionales, siempre ocultos. Hemos de suponer que existe la misma temporalidad en la formación de las primeras ciudades michoacanas con los primeros cabildos. Se crearon derechos, muchos de ellos no tan derechos y desde entonces en las cabeceras municipales siempre se conspiró y se ha conspirado para mantener dominado a cualquier derechohabiente y disidente por grande o pequeña que sea la tenencia de la que se trate.

Los burgueses nacieron en la ciudad de Burgos, en España, originalmente fueron descritos como personas allegadas a los grandes suburbios que arribaron a la ciudad con atributos de artesanos, campesinos, y artistas prominentes; en el mejor o peor de los casos por tenientes y militares retirados a los que se les llamó hidalgos, todos ellos pronto se dieron cuenta que podían vivir de las regalías que otorgaban los cabildos. Nacieron así administradores, políticos y “educadores” cuyo objetivo central era otorgar un servicio comunitario a cambio de una recompensa más tarde bautizada como “salario”.

Se crearon así intereses que permanecen en la actualidad. ¿Cuántos cabildos en la Meseta Purépecha se integran, con intereses familiares, antes que formarse por verdaderos y naturales líderes? Se ausenta así, de los cabildos, la decisión valorada y reflexionada con el saber local. Lejos estamos de tener en ellos presidentes municipales, síndicos y regidores con conciencia indígena y del papel que deben representar para nuestra comunidad originaria. Simple, los cabildos municipales no son para eso, no son de los pueblos indígenas, no les pertenecen, nacieron éstos con otra lógica: la recaudatoria primero, y después para el control de las comunidades indígenas convertidas en Tenencias. Se impuso el poder del Estado. Todavía se lee en la ley Municipal que tal comunidad “le pertenece” al municipio fulano o zutano. Fuerte es esta crítica, porque equivale a decir que tampoco es de los pueblos la mal nombrada Secretaría de los Pueblos Indígenas, y peligrosa –podría resultar que ahora son los pueblos indígenas, del dominio de la SPI y no a la inversa-. Pensemos también en la ley indígena que se proponen aprobar para legitimar los derechos indígenas en el Estado de Michoacán. ¿De quienes son entonces, los cabildos y de quien es la SPI, de quienes son estos instrumentos legales?

Aquí dejo por hoy ésta reflexión, pensando que ésta podría ser la explicación –una de tantas- a la negativa del Estado de nombrar a los cabildos por usos y costumbres como es el caso de Cherán. Hemos escuchado a periodistas en las emisoras de radio decir: es que se salen de control… Creemos en su lucha… pero no manchen, que ejemplo les darían a las otras comunidades, cuantos indios andarían por ahí diciendo que si se puede y reclamando autonomía o la creación de nuevos municipios… Eso ni máis, dicen…

Mientras tanto y teniendo como ejemplo a los hermanos cheranenses, no dejaremos de meter la pata, es nuestro derecho, herencia legítima que se encarna en la palabra resistencia. Seguimos discutiendo a diario los significados de las ya famosas autonomías. ¿Usted qué opina? Los procesos siguen, cada uno con su lógica y su experiencia: Santa Fe de la Laguna, Quinceo, Zirahuen, Hiuatzio, Cuanajo, Pichátaro, Comachuen y Sevina, por mencionar algunas “tenencias”, también ofertan dignidad y resistencia. A su modo, su experiencia es grande, tienen mucho que soñar...

¡VIVA CHERAN!
¡Vivan las comunidades creadoras de utopía!
¡No están, ni estamos solos!
¡Viva la Patria P'urhépecha!
Respetuosamente. Marcelo de Pichátaro