La fiesta de las ánimas, tradición en peligro

Por: Benjamín Lucas Juárez


Hoy sábado 6 de noviembre de 2004.- Durante la noche del primero de noviembre, un grupo de periodistas nacionales y extranjeros recorrió varias comunidades p'urhepechas de la región lacustre de Pátzcuaro; los guiaba personal de la Secretaría Estatal de Turismo.

El propósito del recorrido, dijeron, consistía en descubrir el potencial de otras comunidades para lanzar el próximo año una gran campaña de difusión de otros lugares como destinos turísticos alternativos a Tzintzuntzan, Janitzio, Jarácuaro, Ihuatzio, Cucuchucho, Urandén y La Pacanda, ya saturados.

Ante esta manera de hacer investigación, vale la pena preguntarse: ¿Es legítimo que una sola dependencia, como la de Turismo, sea la que determine qué comunidades invadir con miles de turistas? ¿Qué papel juegan entonces las comunidades dueñas de la tradición? ¿Es válido que en una ceremonia de tal trascendencia lleguen visitantes externos a
irrumpir un ritual sagrado con cámaras de video, luces, grabadoras y, no pocas veces, con mochilas llenas de cerveza?

Si la tradición se ha conservado para las comunidades y para la humanidad, no es porque la Secretaría la promueva, existe a pesar de ella, existe porque la han sabido preservar las comunidades, fundamentalmente las que no reciben turismo.

Como lo consigna La Jornada Michoacán en las crónicas de Ernesto Martínez y Carlos F. Márquez (2 de noviembre), los sitios de tradición han degenerado en cantinas, por decir lo menos, sitios donde todos lo excesos se permiten y hasta se protege a los vándalos con el argumento de que son turistas y dejan derrama económica.

Resulta grave que una dependencia estatal esté pensando lanzar una campaña de esas que sabe hacer a nivel internacional, sin medir los riesgos y consecuencias para estas comunidades; y más grave, porque se toman decisiones sin tener el conocimiento de lo que esta celebración representa. Se le ve como espectáculo y montajes para postales o
protectores de pantalla.

Nadie, y hablo de dependencias o prestadores de servicios, se ha preocupado por alentar investigaciones serias al respecto, las únicas fuentes son los folletos con la repetición sistemática de errores.

Desde hace más de 50 años se promueve la Noche de Muertos en Michoacán. ¿Dónde está un texto que aborde con el rigor de las ciencias sociales los aspectos antropológicos, etnográficos, simbólicos, míticos y de ceremonial, que no son uno, sino diversos y propios para cada comunidad?

Confiamos que la naciente Secretaría de Cultura pueda ver con otros ojos la Obra de Arte del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, como recién nombró la UNESCO a estas manifestaciones sustentadas en el conocimiento indígena.

No se trata sólo de estar en contra del turismo, sino de saber diferenciar lo que se quiere y se espera de esta industria como proyecto de desarrollo estatal, si lo que se busca es fortalecer o destruir. Hay visitantes que respetan y quieren conocer una tradición y los que destruyen todo a su paso.

Si a una comunidad de mil habitantes en una noche lo invaden 10 mil o 20 mil turistas, ¿cómo se puede hablar de preservación de la cultura?

En la mayoría de estos otros pueblos el ritual es más familiar, los altares se montan en los portales o cuartos de las casas. ¿Cómo se puede justificar la intromisión de extraños a esta intimidad?

Si no se hace algo, en dos o tres años invitaremos al turista no a ver el festejo de la muerte, sino el asesinato premeditado de una tradición.

Publicado en 'La jornada de Michoacán' / Grupo "KW'ANISKUYARHANI".