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16/06/2010 #1Ixú anapu
- Fecha de ingreso
- 09 ene, 10
- Ubicación
- Acambaro, Guanajuato. (Originario de Sebina)
- Nombre real
- Mateo Morales González
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- 58
Juegos de la niñes P'urhépecha
Sentado en la esquina de nuestro viejo troje que nos vió nacer, mi padre iniciaba uno más de sus relatos, pensaba en su tierna infancia y que en mi niñez de la mano me llevaba por su mundo tan feliz, aquel día de intenso sol en el horizonte p’urhepecha que le caía en pleno rostro, se veía tan jovial y lleno de fuerzas con su dulce voz poco a poco pise aquella fértil tierra ubicada en la meseta p’urhepecha: Sevina con su eterno verdor por doquier y que entonces yacía como un girón impenetrable a lo extranjerizante de la época actual, sin la energía eléctrica, sin teléfono, tocadiscos, maquinitas, computadoras o nintendos y todo lo que la modernidad implica y todo ello fue minimizando lo valioso que nos heredaron nuestros ancestros. LAS TRADICIONES Y LEYENDAS abarcando nuestros añorados “JUEGOS P’URHEPECHA” y le supliqué con todo mi corazón me platicara de esos juegos ya idos y que ya casi no se practican, pero que un día eran nuestra sana diversión y empezó su fascinante relato...
I.- PELEA ENTRE AMIGOS
- “Si alguien quería pelearse o tener unas luchas, tu le podías decir, ¡no quieres medirte? Y se iniciaba la pelea entre el polvo de la calle o entre los arotes de las milpas o de la tierra recién arada y ambos se envolvían en una lucha a muerte y el que perdía se conformaba y nunca se enojaba con su rival, a veces se usaban palos o a mano limpia, jamás una arma punzo cortante.
- La lucha terminaba entre porras y aplausos de los espectadores y con un apretón de manos entre los contendientes que era una señal de amistad y de lealtad.
- ¡Así era la PELEA ENTRE AMIGOS de mi tierra!...
II.- DARLE VUELTA AL PINO
Cuando se hacían los días de campo o al término de la comida en las cosechas, se buscaba el pino más alto y frondoso, alguién se subía a amarrar el lazo y sus dos extremos quedarían colgando hasta llegar al piso.
Dos personas se amarraban de la cintura y cuidadosamente tomaban impulso y comenzaban a darle vueltas al pino. La sensación de volar por el vacio era indescriptible, el paisaje azul y verde corría a gran velocidad todo se movía, los pinos, los cerros, el cielo, la gente y entre risas y aplausos terminaba aquel juego y seguía otra pareja.
III.- EL COLUMPIO
Otro de nuestros juegos favoritos era el columpio, se buscaba un árbol grande y de una rama resistente se colocaba un lazo quedando dos extremos colgando los que se amarraban haciendo un gran nudo y sobraba un pedazo como un metro de longitud y que servía para impulsar al joven o a la señorita, niño o niña y así pasaban las horas gozando el vaiven del ir y venir del columpio. Todo el paisaje se movía y a veces parecía que chocabamos con el piso o con la gente que estaba descansando después de la comida.
La tarde caía y seguía la diversión del columpio que iba y venía impulsado por un joven o señorita, el asiento era un rebozo o cobija”...
IV.- LA ARDILLA Y EL COYOTE
Este juego era exclusivo de niños y jóvenes y se buscaba en el bosque el más tupido follaje, buscabamos los pinos pequeños y los calabamos doblándoles las puntas hasta que llegaran al suelo formando un arco, si resistían y no se quebraban, se iniciaba el juego.
LA ARDILLA se trepaba primero y luego subía EL COYOTE comenzando así una de las más extrañas cacerías de árbol en árbol y el vaivén y el crujir de las ramas, a veces uno de los dos se caía y su golpe era amortiguado por el grosor del huinumo seco que estaba en el piso o de plano ambos se caían golpeándose la cabeza, el estómago o la espalda pero muy felices disfrutando del juego p’urhepecha LA ARDILLA Y EL COYOTE”...
V.- MOSQUEARLE A LAS CARRETAS
Era costumbre que en el tiempo de las cosechas los fleteros cargaban a sus carretas con sus yuntas hasta 10 costales de jarcía con el maíz producto de su cosecha de las parceolas o terrenos ubicados en el plan, el tabaco, los Arevalos, la nevería, la tranca, la comunidad, la virgen, etc.
Por lo intransitable de los caminos, solo se usaban las carretas y fleteros, los cosechadores vaciaban sus canastos llenos de maíz a sus costales y ya luego bajaban hasta el pueblo por el atardecer.
Y nosotros trepabamos por encima de los costales y respirando el polvo que dejaban la carreta y la yunta de bueyes corriendo de bajada y solo la voz del carretero o fletero se escuchaba para detener la yunta o picarle con una madera larga y delgada llamada garrocha y seguir adelante.
En aquella época no había carros ni coches y era una sensación tan agradable MOSQUEARLE A LAS CARRETAS”...
VI.- LOS AGUACILES
Por las tardes después de una larga jornada de trabajo, los jóvenes hacían un juego en las esquinas de las calles, cuatro de ellos permanecían encantados y otros cuatro iban a desencantarlos en donde ponían en práctica su habilidad mental y física, el encantado estiraba sus manos y los los iban a liberar, esto se repetía muchas veces entre gritos de la chiquillería de los liberados y de los atrapados.
La oscuridad nos sorprendía, no había luz eléctrica y a veces sólo las voces de nuestros padres se escuchaban llamándonos para irnos a casa a dormir después de disfrutar el inolvidable juego llamado LOS AGUACILES”...
VI.- LA TRAMPA DE LAS GUILOTAS O NITARHAKUAS
Las nitarhakuas era otro pasatiempo favorito y su objetivo era atrapar a las güilotas. De antemano los crines o cerdas de los caballos escogiéndose los más grandes y se hacía el lazo principal apoyándonos sobre nuestras rodillas y con nuestra saliva torciamos y torciamos el lazo de 15 o 20 metros de longitud. Con el mismo sistema hacíamos otras lazadas más chicas que luego colocabamos el lazo principal y se introducían a una cuarta de retiradas y al terminarlos se envolvían cuidadosamente y se echaban en un morral.
Era tiempo de secas y buscabamos los ojos de agua distantes y a caballo o a pie cruzabamos los terrenos recién arados hasta llegar al lugar señalado.
Se ponían estacas de madera alrededor del agua o estanque y desenvolvíamos LAS NITARHAKUAS y buscabamos la huella inconfundible de la güilota que era su excremento.
Frecuentemente ibamos a los ojos de agua de LA CALZADA llegando a Arantepacua, EL CHEXU, TÏTSÏKI KERHIATIRU, EL IRHIEPU ITS’ARU, ETC. Trabajabamos en conjunto colocando las trampas y tapando con huinumo el agua por sus orillas que no iba a ser ocupada, al terminar de colocar las nitarhakuas, ya iba cayendo la penumbra y teníamos que escondernos muy lejos de alli. Cubiertos bajo la sombre de los árboles o entre las verdes jaras esperábamos el arribo de las primeras güilotas y unos chasquidos y silbidos rasgaban el silencio de la entrada de la noche ya casi en la penumbra.
Bajaba la primera ave seguida de una parvada de ellas, el inconfundible aleteo y silbar de las güilotas era el premio a nuestros esfuerzos.
Llegaban a tomar el gua y algunas quedaban atrapadas en las patas, en el pescuezo y las alas y otras partían su vuelo escapándose de nuestras trampas.
Entre el lodo y el agua las buscabámos a tientas, la oscuridad no nos dejaba verlas y desenredándolas las colocabámos en nuestras cobijas y regresabamos a nuestro pueblo con la mayoría de güilotas vivas listas para un exquisito mole.
Aún resuena en mis oídos aquel aleteo y silbar de ellas cual saétas surcando el cielo ya en su ocaso de los imborrables atardeceres de mi tierra.
¡LAS GÜILOTAS AUN VUELAN Y LAS TRAMPAS O NITARHAKUAS NOS ESPERAN!...
VII.- LAS CANICAS
En tiempo de las canicas, los niños se divertían y se juntaban de 3 a 4 elementos a mitad de la calle o en las esquinas hacían un pequeño cuadro y colocaban sus canicas y como a cinco metros se trazabas una raya en el suelo que servía para determinar quien sería el primero en sacar las canicas del cuadro y a eso se le llamaba PICARLE y los demás se colocaban en diferentes lugares y el primero o sea EL MANO comenzaba a sacar las canicas o a MATAR al más cercano de los contrarios, algunos niños eran buenos tiradores con excelente tino. Recuerdos de mi tierna infancia entre el chocar de LAS CANICAS y la satisfacción del ganador y el desconsuelo del perdedor.
Aún escucho las palabras, medir, poner, cuarta, mano, chiras, picarle, kembis. “Ya te maté, él es el bueno, ¡ASI ERA EL JUEGO DE LAS CANICAS DE MI PUEBLO!...
IX.- EL TROMPO
Los trompos se mandaban hacer con un carpintero y se les llamaban HECHIZOS y pocos eran los niños que los traían nuevos de Paracho.
A los trompos hechizos se les perforaba casi en el centro con una profundidad de 2 centimetros que servía para producir un extraño silbido cuando giraba, el hilo era de pita de maguey o de hilaza.
Se ponía una moneda dentro del cuadro o en un círculo a veces era el mismo trompo, el perdedor recibía en castigo unos piquetes del trompo ganador llamado KEKOS.
Otras veces el juego se iniciaba desde una esquina y terminaba de cuadra en cuadra, hubo niños muy hábiles en el trompo.
¡Recordar es vivir hijo mio, aún escucho el silbar de nuestros trompos hechizos confundidos entre el grito de la chiquillería de la calle donde tu naciste!...
X.- LOS PAPALOTES
En el tiempo de las secas se acostumbraban hacer papalotes, los niños hacía papalotes chicos de un cuarto de tamaño con el arote de maíz en forma cuadrada o exagonal y se usaba el papel de china que se pegaba con atole como engrudo e hilo casero.
Esto era para los niños y los volabamos en los ecuaros o solares pertenecientes a nuestras casas e ibamos a jugar.
Los papalotes de los jóvenes eran más grandes y meticulosamente trabajaban con el tejamanil y hacían un armazón hasta un metro por lado luego los cubrían de manta usando una variedad de colores para decorarlos llamado SOLFERIN y en la parte superior por atrás iba una ZUMBA que era un arco de tejamanil con una banda o cinta de manta muy bien amarrada y la cuerda era hecha de pita de maguey y que se torcía en una pierna del joven y el hilo se envolvía en grandes bolas.
Colocaban la pita en el armazón y en la parte posterior unían los dos extremos al hilo y como a 5 metros le colocaban hilachos o las sobras de las mantas, esa era la cola del papalote que servía para su equilibrio, la hoja iba provista de hojas de rasurar que era su arma.
A la mitad del plan era el lugar escogido por las tardes en que había un fuerte viento e iba la chiquillería y los jóvenes a calar el papalote iniciándose el vuelo y en cada subida y bajada se escuchaba la melancólica zumba ya que el aire le daba un dulce sonido.
El solferin con sus vivos colores hacían un hermoso paisaje y allá a lo lejos aparecía otro gran papalote y entre vaiven y vaiven iban acercándose peligrosamente y listas sus navajas afiladas para entrar en acción y de repente en brusco movimiento en el vacio y la cola de un papalote con su mortífera arma trozaba el hilo delgado de pita del contrario.
Por doquier del aire llevó aquel objeto volador para perderse en la inmensidad de la sierra.
Por doquier aparecían estos papalotes chicos y grandes de varios colores zumbando alegres y a veces lastimeramente retándose en el cielo y describiendo cabreolas zigzagueantes por los hábiles movimientos de los jóvenes que jalaban y soltaban sus hilos con suma rapidez.
¡AQUEL ESPECTACULO DEL VUELO DE NUESTROS PAPALOTES CON SUS VIBRANTES ARCOS Y LISTOS PARA LA LUCHA, SUS COLAS Y SUS ZUMBAS VIVEN EN MI CORAZON!...
XI.- LA MONTA DE ANIMALES
Después de las cosechas los animales se daban vuelo a comer los arotes y hojas secas del maíz, eran los instantes en que los muchachos lazaban a un becerro a un torito bravo y con un lazo o reata le tiraban la lazada amarrándole los cuernos y las patas y tumbando al animal para ponerle el petral y algún futuro jínete de los jaripeos de mi tierra en su toril abarrotado de gente entre la música y las palmas llenas de botellas y cartones de cerveza y animales bravos como EL CATRIN de don Dolores Chávez H. Y solo una vez se le quedaron dos valientes jínetes uno montado en el pescuezo y el otro en el lomo y eran Ignacio y Margarito.
Entre patadas del animal y con los cuerpos adoloridos seguía la chiquillería imitando a sus mayores entre AROTES Y EL POLVO Y TODO PARECIA UNA VERDADERA MONTA DE ANIMALES”...
XII.- EL CASTILLO
Después del atardecer pronto llegaba la oscuridad y en tiempo de las cosechas en nuestros solares comenzabamos a juntar el arote de maíz ya seco y hacíamos pequeños castillos y les prendiamos fuego en que se veían enormes fogatas y que a veces terminaban en tragedías porque una chispa llegaba a las rastrojeras y las quemaba o eran los tejados de tejamanil que protegían a nuestras casas.
El gusto se transformaba en disgusto, la elevación del fuego con sus chispas y sus grueso humo producía intenso deleite”...
XIII.- PELEA DE GALLOS
Cortabamos las varas mas hermosas de un jaral quitando las verdes hojitas menos sus amarilletas puntas y le introducíamos una hoja de rasurar y el juego era entre dos niños y retirados a cierta distancia uno del otro, nuestras manos tomaban la varita y empezaba el peligroso juego de intercambiar golpes de vara contra vara y a quien le trozaran la punta ese era el perdedor y así volaban las ramitas verdes y amarillas de las jaras y decíamos que eran las plumas de gallo de nuestras inolvidables PELEA DE GALLOS que eran parte de los juegos de nuestra infancia”...
VXI.- LAS LUCIERNAGAS
Era el tiempo de los elotes y de las torrenciales lluvias, del atole de anís, de los uchepos, de los hongos de la milpa conocidos como huitlacoches, de asar y de coser elotes o de saborear una atapakua de quelites o de darle un rico sorbo al atole de caña o de cortar las dulces pichekuas o de saborear la caña de maíz tierno y los tomates silvestres del cerro. Llegaba el atardecer y nos producía cierto encanto y esperabamos con ansiedad el ocaso.
Llegaba la oscuridad y las milpas con sus hojas eran como fantasmas que nos producían cierto miedo y al poco rato se veían miles de LUCIERNAGAS y que al mirarlas, nos hipnotizaban con sus hermosas lucecitas que se prendían y se apagaban y nosotros tras de ellas y a puños las guardabamos en nuestros morrales y esto ocurría en las afueras del pueblo, comunmente llamada la orilla e impacientes las dejabamos escapar por entre las milpas y alguna luz quedó sobre nuestros calzones, camisas, nuestras manos y caras y así jugabamos a espantarnos con la luz de aquellas fosforescentes LUCIERNAGAS DE SEVINA”...
XVI.- TAPAR LA CRECIENTE
Nuestra meseta p’urhepecha siempre ha sido muy pobre en agua por su altitud y muy grande era nuestra alegría al termino de un torrencial aguacero lleno de truenos y rayos en donde vimos caer árboles a la mitad, reses muertas y a veces a la misma gente por un rayo. Bajaba con ensordecedor ruido la creciente del río trayendo consigo ramas, troncones, piñas, huinumo y hasta animales muertos.
Cuando la creciente disminuía de fuerza y de volumen solo dejaba en su orilla granizo y espuma.
Llegaba el momento de arremangarnos los calzones y descalzsos nos metíamos por el revolcado río y corriamos y nos mojabamos con esa agua fría.
Cuando ya era poca el agua se iniciaba el juego de TAPAR LA CRECIENTE y hacíamos presas con lodo y luego destapabamos el agua acumulada.
¡Y CORRIA EL RIO COMO CORREN HOY MIS RECUERDOS PARA PERDERSE EN LOS LLANOS DEL HUAXAN Y DEL QUINCEO”...
VXI.- EL JUEGO DE LAS CARRETITAS
Con cuatro ruedas de madera hechas a mano y tres pequeños tramos de pino seco y formados triangularmente eran enclavados cuidadosamente y sólo el eje principal era más largo para ser jalado por el más fuerte y con las ruedas hechizas es lo que necesitabamos para hacer volar nuestra imaginación de niños.
El chofer iba montado y manejando la carretita pero a veces el modelo más reciente era colocarte una caja de madera vacía que se usaba para los jabones corrientes o de pan.
Los niños más valientes ibamos a la loma que esta en el pueblo llamado TERHUNTS’IKURINI ya que había un declive natural y de alli bajaban las carretitas en veloz carrera y dos niños trepados donde a veces fueron frecuentes e inevitables las caidas sin importarnos que fueran mortales, no tenían frenos y los caidos perdían el conocimiento.
Esa fue nuestra pobreza llena de imaginación del niño p’urhepecha.
¡EL RECHINAR DE LAS RUEDAS HECHIZAS DEL JUEGO DE LAS CARRETITAS AUN SE ESCUCHA EN EL TERHUNTS’IKURINI”...
XVIII.- LAS ESCONDIDAS
El grupo de niños y jóvenes participaban en este sencillo juego en el cual también juntaban a las niñas y se llamaba las escondidas.
Podía jugarse en cualquier hora del día y el chiste era esconderse debajo de un troje, detrás de la cocina o entre las latas del patio o en las cercas de piedra de nuestras propiedades, cuando llegaba la oscuridad aquello era más emocionante, en dicho juego frecuentemente nos golpeabamos el cuerpo o la cabeza ya que no se veían los objetos, todo era oscuridad, no había energía eléctrica ni luna llena.
¡RESUENA EN MIS OIDOS EL GRITERIO DE LOS CHIQUILLOS AL SER DESCUBIERTOS EN “LAS ESCONDIDAS”...
XIX.- EL YO-YO Y EL BALERO
Estos dos juegos eran poco frecuentes ya que venían hechos desde Paracho pero el balero lo hacíamos con botecitos chileros y le metíamos una maderita para hacer nuestros capiruchos y con un hilito en su extremo le amarrabamos una piedrita, EL YO-YO poco se usaba”...
XX.- TOREAR AL TORO
Este juego consistía en ir al bosque y traer un pinito chiquito y quitarle las ramas y la cáscara del palo con un cuchillo y se le daba la forma de un animal, una cabeza con dos pequeños cuernos y como medio metro de largo de la misma madera.
Se metía el palo entre las piernas de un niño e imitaba a un auténtico toro de lidia. Nos correteaba y lo toreabamos y así se iniciaba otro jaripeo por las calles llenas de lodo o de polvo e iban los lazadores sobre sus caballos de madera y lazaban la cabeza del torito y se le ponía el pial y soltaban al animal que salía bramando, el niño con su torito reparaba y hería a sus compañeros de juego causándoles verdaderas heridas en sus delicados cuerpos. Ya muy entrada la tarde terminaba el jaripeo infantil.
¡TOREAR AL TORO ERA OTRO JUEGO INDIGENA DE MI SIERRA P’URHEPECHA!...
XXI.- LA CACERIA
En la época de la cosecha del trigo escogíamos el palito más largo y fuerte trozándole la punta y las coleccionabamos y estas era LA P’ANGIKUAS y con espinas de tejocote las introducíamos en la punta de aquellas varitas y pegadas con cera de campeche y con trementina casi seca ya estaban listas para ser disparadas.
El arco se hacía de un delgado y resistente tejamanil y una cuerda trensada de pita de maguey. Entre la huerta de manzanos le tirabamos a los pájaros y a veces nos guerreabamos entre los mismos compañeros sin medir el peligro.
Hubo varios accidentes como aquel en que una de tus flechas quedó prendida en el estómago de tu hermano Roberto,. ¡Vaya puntería la tuya! Y la sorpresa cuando le sacaste la flecha sin consecuencia alguna porque en el impacto la espina se sumió por el hueco de la varita, pero el susto que le diste no se lo quito nadie...
Fueron juegos inolvidables de niños tan dulces y hermosos y sin maldad alguna.
¡BENDITOS SEAN NUESTROS JUEGOS P’URHEPECHA QUE YA NUNCA MAS VOLVERAN Y QUE DIOS NOS SOCORRIO PARA NUESTRO DELEITE!...
Mi padre terminó su relato lleno de una gran nostalgía mirando el eterno verdor de los pinos del cerro del IRHIEPU y de la VIRGEN y las mancuernas pintas del maíz que colgadas estaban sobre nuestras cabezas y de pronto irrumpió un gran remolino que en círculos levantaba el polvo lleno de hojas secas de maíz y con su ruido ensordecedor se fue perdiendo en la región llamada el Tabaco y el cerro de Kapen y como una diminuta estrella le acompañaba un pequeño papalote que aún zumbaba porque el viento fuerte le arrebató a un niño que se divertía cuando lo volaba por el limpido Sevinense.
Mi padre y yo cerramos nuestros ojos y al mismo tiempo dejamos escapar nuestras fuertes voces que decían ¡BENDITOS SEAN NUESTROS JUEGOS P’URHÉPECHA QUE FUERON PARTE DE NUESTRAS VIDAS! ¡BENDITOS SEAN POR SIEMPRE!.
DICTO: GABRIEL MORALES GARCIA (TATA LAVE)
ESCRIBIO: EL PROFESOR DE SEVINA
Desde: Acambaro, Guanajuato, México."T'AMU JOSKUECHANI"
"Juchiti mintsita mamaru ambe miantasïndi t'amu joskuechani eranguaparini enga ts'ïma meremerengarhipajka. I mendaruksï mentku isï andaroti ka ji ekini niuaka mentku k'amaroka ka no meni k'uangatsiaka nirani, nirani, jingatini niraxaka... Iontki anapu untskata"
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