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21/05/2010 #1irékati
- Fecha de ingreso
- 10 nov, 09
- Ubicación
- Mexico. D. F. Patamban anapu
- Nombre real
- José Luis Huerta Ruíz
- Mensajes
- 174
Año Nuevo Púrhepecha
Para todos aquellos paisas que les encanta les den fuentes de informacion o que les digan de donde se documentaron para afirmar tal dicho o tesis. El año 2006 invite al erudito y antropologo Sr. Arturo Meza G. a que nos ayudara a esclarecer y dar luz al evento de año nuevo purhepecha y el amablemente se puso a trabajar con otros eruditos de su confianza y este es el producto de su trabajo, me consta que lo recibieron los petamutis del evento jimbani chupiri huexurini Sr. Irineo Rojas Sr. Pedro Victoriano y Sr. Jose Merced de Cheran que tenian correo electronico sin embargo nada paso ni ziquiera xiranhua publico el trabajo. Tal vez sea por que detras de ellos esta el sacerdote Francisco Martinez Gracian y quiza tambien esto conteste la inquietud de huichu kuakari ¿que hacen los curas en la celebracion del jimbani chupiri huexurini.
Dado que este foro es de singular relevancia para nosotros los purhepecha y la importancia del trabajo, considero que lo conozcamos todos y lo pongamos a tela de juicio. Mi primera observacion seria que la salida y la puesta del sol asi como su deambular por el cielo no tiene exclusividad de o para ningun gremio o sector o pueblo elegido y que nuestros centros ceremoniales llamados ahora cues o yacatas eran en realidad relojes astronomicos para medir los movimientos principalmente del sol nuestro tata-huriata en sus movimientos solsticiales y equinociales y por lo mismo fueron destruidos inmisericordemente por los invasores.
Aclaro tambien que en mi pueblo de Patamban cuando se celebro ahi el año nuevo purepecha no hubo ni misa ni nigun discurso politico que nos dijera por quien votar, no señores el evento fue totalmente civico y purepecha y todos los visitantes fueron recibidos con sonrisas, abrazos, churipu, kurundas y chuscutas con tatzunis algunos de la olla u otros con manteca.
TEXTO PARA LOS PETAMUTIS DE MICHOACAN
C
onscientes plenamente de que Michoacán es uno de los estados que tiene un gran arraigo tradicional indígena, y que ese orgullo ha hecho a los michoacanos de corazón buscar en sus raíces más antiguas para tener una identidad acorde con los maravillosos lugares en donde florecieron culturalmente los pueblos prehispánicos michoacanos, no queremos faltar al respeto a sus actuales tradiciones.
Sabiendo además que desde hace más de veinte años trataron de conocer la correspondencia del Calendario P’urepecha con el actual Calendario Gregoriano. La celebración anual ha tomado un arraigo inusitado en donde los pueblos han participado con gran cariño y entusiasmo.
Es por ello que este trabajo lo hacemos sin ánimos de crear polémicas ni desconcierto respecto a la celebración, sino por petición de amigos michoacanos que quieren saber un poco más acerca de sus raíces, en este caso un poco más acerca de las cuentas calendáricas.
El sacerdote y antropólogo Agustín García designó el dos de febrero de cada año como el inicio del Calendario, basándose quizás en la fecha propuesta en la obra del padre Sahagún, siendo también una fecha importante para el mundo católico por ser la fiesta de la Candelaria y cuando muchos pueblos del Altiplano efectúan la bendición de las semillas.
El resultado obtenido, después de escudriñar en las fuentes históricas disponibles no corresponde a esa fecha, pero con ello no pretendemos que se cambie nada sino solamente informar de nuestras conclusiones.
El Tata Felipe, nuestro estimado asesor en Morelia, don Felipe Chávez Cervantes, (junto con el profesor Alejandro Cruz Alcántar), nos recomienda no usar los términos tarasco y p’urepecha por considerarlos inadecuados ya que son términos peyorativos aplicados por los europeos en sus acepciones de gente humilde dedicada al servicio y a los quehaceres más bajos.
Los pueblos que descienden del caudillo Hireti Tikátame, son los Kuiiusi Uajpecha, los Hijos del Sol, en la antigua lengua de Tsitsuntsan, nos dice el Tata Felipe.
Concientes de ello, desafortunadamente tuvimos que aceptar el uso del término p’urepecha ya que es el más difundido en México y en el extranjero para no causar conflictos de comprensión, sobre todo para los lectores que como nosotros, no están familiarizados con el ámbito cultural michoacano. Aunque nos parece mucho más adecuado el de los Hijos del Sol.
A los pueblos michoacanos de antemano les pedimos disculpen el atrevimiento de inmiscuirnos en sus tradiciones, aunque lo hacemos con respeto y con una mentalidad abierta y positiva, buscando siempre el fundamento lógico desde el punto de vista natural del mundo indígena antiguo y actual para intentar aclarar el dilema con respecto no solamente a la estructura del calendario Michoacano sino a lo que ha sido más discutible, la correlación con el Calendario europeo, por lo que invitamos a los lectores a escudriñar en los ciclos naturales que probablemente fueron los factores fundamentales para la elaboración del sistema calendárico de bases 18 por veinte y 13 por veinte que por lo que sabemos, normaba la vida de todos los pueblos prehispánicos de la antigüedad.
LOS SISTEMAS CALENDÁRICOS Y
LA HUELLA COTIDIANA DEL SOL SOBRE LA TIERRA
Algunas de las cualidades que ha adquirido la especie humana como resultado de la evolución natural, son producto del constante aprendizaje asimilado a través de las experiencias vividas. Cualidades como la constante curiosidad por saber más y más, van floreciendo cuando son activadas en grupos humanos de personas que tienen tendencias afines, provocando la necesidad de conocer mucho más allá del límite que han dejado los cánones actualmente establecidos, los cuales han sido implementados desde el cómodo conformismo de la instrucción escolar, oficializando los datos y aceptando consensos dogmáticos por parte de especialistas en diferentes ramas del saber humano. Decisiones que los neófitos estamos obligados a aceptar sin admitir desde fuera de los foros de control la posibilidad de cuestionar las teorías comúnmente aceptadas, las cuales han sido definidas por quienes están respaldados por los poderes en turno, sin agotar desafortunadamente, todas las vertientes de investigación que estén relacionadas con cada caso.
En la rama del conocimiento que ahora nos interesa referente a las culturas prehispánicas existen varios temas que nos resultan inquietantes puesto que no se ha profundizado metódicamente en cada uno de ellos, oficialmente se han dejado a un lado porque no se les ha encontrado algún interés u otra solución que estuviera plenamente respaldada por fundamentos registrados desde las fuentes históricas; sin pensar siquiera incluir el concurso de otras disciplinas en el proceso de su estudio.
Existen algunos temas de antigua relevancia que son de singular importancia para nosotros. Uno de ellos es el referente a los calendarios antiguos, que a juicio lógico nuestro, después de haber convivido en muchas ocasiones con grupos étnicos actuales en gran diversidad de lugares, tal parece desde nuestro muy particular punto de vista, que debe ser un mismo sistema calendárico el de todos ellos.
Haciendo hincapié en nuestro juicio, no encontramos una razón verdaderamente lógica para que exista un calendario maya, otro purépecha, otro más para los zapotecas, etcétera, mucho menos, calendarios con diferentes fechas de inicio para un mismo sitio, sin tomar en cuenta su relación con los desplazamientos del Sol en nuestro cielo, porque al admitir esa supuesta diversidad de calendarios, se están trasgrediendo las leyes naturales y las cíclicas de los movimientos astronómicos que rigen los sucesos en la tierra.
Estos dos temas son derivados tomando como base el Cómputo del tiempo; al abordarlos tuvimos necesariamente que recurrir, en primer lugar a las fuentes históricas originadas en el siglo XVI, continuamos después con los estudios realizados en los siglos siguientes hasta llegar a nuestra época, incluyendo lo que nos parece crucial para este tipo de estudio: las apreciaciones naturales de lo que realmente es un entorno en el que se manifiestan los cambios sobre la tierra que afectan a todos los seres vivos. Algunos de estos cambios son perfectamente perceptibles, como lo es la sucesión cotidiana de los días, convirtiendo a cada uno de ellos en la unidad básica para comenzar a agruparlos en conjuntos coherentes susceptibles de cómputo.
Antes de dar este paso, era necesario conocer la recurrencia de los cambios originados por la acción del Sol, reflejados en la misma naturaleza que envuelve completamente a la madre tierra.
En las fuentes escritas hemos encontrado párrafos acerca de una apreciación de la forma de explicar cómo los pueblos antiguos percibían las manifestaciones transformadoras de la fuerza del Sol.
Antonio León y Gama, en el libro, Descripción histórica y cronológica de las dos piedras, dice en el párrafo 57:
“Entre las muchas fingidas deidades que adoraba la ciega idolatría indiana, era la principal el sol, á quien á semejanza de otras naciones gentílicas, tributaban continuos cultos no solo los mexicanos, sino todos los reinos y provincias…lo tenían en tanta veneración, que no contentos con adorarlo, cuando estaba presente, y cuando lo consideraban mas lúcido, hermoso y claro, ó cuando sentían inmediatamente sus efectos en los fuertes ardores del verano, y en los templados y benignos rayos del invierno; lo reconocían por Padre de las luces, aún entre las mismas tinieblas de la noche,...En todos sus movimientos, en todas las estaciones del año, en todas las horas en que dividían el día, y en defectos o eclipses, le daban culto”.
De lo que este párrafo expone, deducimos, (haciendo a un lado la apreciación tan socorrida de los cultos religiosos aplicada indiscriminadamente a cualquier análisis de estos temas), que al mencionar al Sol como generador, se reconoce que es el Padre, no solo de las luces, sino de todas las formas de energía cambiantes que se manifiestan día con día en su recorrido celeste; ciclos que actualmente distinguimos en sus límites de Solsticios de Invierno a Solsticios de Verano, y luego de regreso, de Solsticio de Verano a Solsticio de Invierno.
León y Gama cita a fray Juan de Torquemada quien en el libro Monarquía Indiana, menciona el desplazamiento del Sol. Debemos tomar en cuenta que la mención de León y Gama está asentada por alguien con una mentalidad científica y astronómica que sabía utilizar la información que provenía de antes y después de la Reforma calendárica Gregoriana:
“Otra particular fiesta que se hacía en el solsticio de invierno, el día en que el Sol llegaba al trópico de capricornio, aunque el P. Torquemada la atribuye a los dioses del agua llamados Tlalloques,...se celebraba cuando llegaba el sol a lo más alto de su curso ó carrera, que, como todos saben, a los 21 de este, hace curso y vuelve a desandar lo andado”.
El desplazamiento cotidiano se puede constatar a simple vista con el registro diario de la salida del Sol en el horizonte, realizando la observación desde un punto fijo. De la misma forma se pueden registrar los puntos de desaparición en el ocaso al ocultarse en el Poniente. Otro registro es posible, aunque un poco más difícil, es tomando en cuenta la posición del Sol al medio día real, el cual muchas veces no es el del huso horario de cada localidad. De esta forma se comprueba que el Sol solamente está dos veces al año en el centro del cielo, en el punto que la astronomía le llama cenit.
Para la ciudad de México, León y Gama asienta en el párrafo 188 de su libro, el siguiente dato:
“...todo el tiempo que tardaba el Sol en ir y volver del trópico de cáncer desde que pasaba la primera vez por el zenit de la ciudad, hasta que volvía a él... que como hemos dicho acontece los días 17 de mayo y 26 de julio...”
De estas citas se percibe que el Sol es la fuente primordial para los cálculos astronómicos de la antigüedad, con la seguridad de que el Sol era también considerado como la fuente que regulaba y modificaba las manifestaciones diurnas y nocturnas de la vida. De las influencias diurnas es muy fácil comprender la acción vívida que nutre a todos los sensores con que cuenta cada ser humano, pero las nocturnas “...aun entre las mismas tinieblas de la noche...” las aceptamos considerando que todas las cosas y la totalidad de los seres vivos, se nutren del calor y de la luz del Sol durante el día y aún durante la noche, que es cuando sigue presente toda la fuerza que se acumuló en ellos, manifestando el tonalli desde que el Sol se oculta hasta que vuelve a aparecer en el horizonte de la mañana siguiente, cuando empieza a emitir nuevamente su luz.
A estas manifestaciones que repercuten en los seres humanos se les agrupa de trece en trece días y se les conoce como los Trece Señores del día.
Las manifestaciones de la fuerza del Sol en la noche, desde que el Sol se oculta hasta que vuelve a emerger en el horizonte en la mañana siguiente, se agrupan de nueve en nueve días y se les conoce como los Nueve Señores de la Noche.
El camino del Sol, que ya mencionamos, entre el invierno y el verano y viceversa, origina los cambios anuales, perfectamente perceptibles, pero es necesario poder percibir esos cambios también en forma cotidiana. Por ejemplo, la ciudad de México está situada según los parámetros geográficos a más 19 grados sobre la línea imaginaria del Ecuador. Esta posición hace que cualquier observador perciba que el Sol después de haber salido en el horizonte de la mañana, se eleve con una marcada inclinación hacia el sur, recorriendo en el cielo un arco inclinado hacia ese lado. Entre más al norte se ubique el observador, va a percibir esos arcos con mucho más inclinación.
En el caso contrario, entre más cerca esté del Ecuador, la inclinación será menos notoria. En su recorrido anual entre los dos puntos solsticiales, el Sol habrá dibujado 365 arcos en el cielo diurno y habrá dejado huella en 365 arcos en el cielo nocturno estando fuera del campo visual.
Un dato curioso: la ciudad de México y la ciudad de Mérida en el estado de Yucatán, están situadas casi en la misma latitud, (19º 25’ 12’ en el centro de la capital y 20º 58’ 12’’ en Mérida), en forma similar a los sitios prehispánicos de Copán en Honduras e Izapa en el estado de Chiapas.
Resumiendo lo expuesto hasta estas líneas, podemos decir que las manifestaciones de las fuerzas del Sol son cambiantes, de estos cambios se desprenden transformaciones mucho más perceptibles en la naturaleza, lo cual nos induce a entrar en el campo de las percepciones naturales de nuestros sentidos, tomando en cuenta que todos los días se pueden sentir realmente los cambios más notorios sin una preparación fuera de lo normal, y sus consecuencias, reconociendo que cada día es diferente al anterior y diferente también al día siguiente. Al reconocer con nuestras sencillas percepciones estas influencias diarias, comprenderemos como en la antigüedad, no solamente prehispánica, inclusive en la prehistórica, los seres humanos completamente sensibles de los cambios cotidianos, fueron dando a los días los nombres con que ahora los conocemos en sus sistemas de cómputo del tiempo, donde fueron comparando las manifestaciones diarias de la naturaleza con lo que les era absolutamente familiar, como los conejos, flores, venados, carrizos, lagartos, etcétera, que forman los signos de los días conocidos habitualmente.
Si aceptamos, ya con pleno convencimiento, que realmente es el Sol quien propicia tales manifestaciones, tenemos que reconocer también que éstas eran sentidas de la misma forma en un área geográfica muy amplia. Nos referimos concretamente a todos los territorios indígenas que tienen o han tenido la misma estructura calendárica. En todos estos territorios los nombres de los días, aún en diferentes lenguas, tienen un mismo significado o un significado equivalente. El día venado se llama así desde Nicaragua y el Salvador con los nicaraos y los pipiles, hasta con los tecuexes y caxcanes del antiguo Xalixco.
Son veinte los nombres designados para los días; por consecuencia, también son veinte los signos de los días en la escritura jeroglífica en los libros pintados nahuas, mixteco-zapotecas, purépechas, mayenses y otopames.
Los veinte signos para los días propician una nueva consideración, la cual se relaciona también con la percepción de las influencias cotidianas generadas por el Sol. Al percibir 20 formas diferentes en que el Sol se manifiesta, significa que el día 21 es idéntico al día primero, y el día 22 es igual al día 2; solamente se pueden agrupar sin repetirse en bloques temporales de 20 días. En el sistema calendárico son los que actualmente se conocen como meses de veinte días.
Un año es el ciclo del Sol que se completa cuando vuelve a ocupar el mismo lugar en el cielo con respecto a otros conjuntos estelares. En un año caben 18 grupos (meses) de veinte días y un pequeño período especial de cinco días y un cuarto el cual se ubica cada año entre los 15 y 10 días antes del Equinoccio de Primavera; tiempo en que las respuestas de la naturaleza son distintas y más fuertes.
La importancia de entender la forma natural de estos sistemas, ha sido manifestada por quienes todavía llevan los cómputos ancestrales aplicados a la subsistencia en su vida diaria; leamos un párrafo de fray Diego Durán respecto a la utilidad de este sistema para la regulación de las siembras por medio del conocimiento de las fuerzas cambiantes del Sol:
“...servía a estas naciones para saber los días en que habían que sembrar y coger labrar y cultivar el maís desherbar ensillar desgranar las mazorcas sembrar el frijol la chia teniendo en cuenta en tal mes después de tal fiesta en tal día de tal y tal figura todo en un órden y concierto supersticioso que si el axí no se sembraba en tal día y las calabazas en tal día que en no guiándose por el órden y cuenta de estos días tenían menoscabo y infortunio sobre lo que fuera de aquella órden sembraban.”
Son varias las reflexiones sobre momentos diferentes en el tiempo y sucede que no acabamos de explicarnos como fue, que quienes recopilaron la mayoría de datos desde el siglo XVI, hayan consignado tantas fechas de inicio de año, aún para un mismo lugar.
Leamos lo que dice al respecto Antonio León y Gama:
“Los PP. Torquemada y Betancurt, fijan el día primero de Xilomaniztli, ó Atlcahualco al día 1º de febrero; el Padre León, el día 2, en que suponen comenzar el año mexicano; pero el Abate Clavigero fija ese mismo día primero de Alalcahualco, como principio de año en el día 26 del propio febrero en que los otros autores contaban ya 4 ó 5 días del segundo mes Tlacaxipehualiztli. El P. Valades dice concurrir su primero día con el 1º de marzo; y el Dr. Gemelli que también comienza el año por Tlacaxipehualiztli pone el primero de él correspondiendo al 10 de abril”
Confusas apreciaciones que se agravan mucho más cuando el padre Torquemada y otros historiadores tratan de hacer coincidir la ceremonia cíclica de 52 años, un ciclo bioenergético relacionado con el Ome Acatl, Tezcatlipoca, completamente ajeno al inicio de un año, registrándolo como si fuera el mismo evento. Se puede apreciar mejor en la descripción que trata de hacer Torquemada de la fiesta del Fuego Nuevo en los capítulos 33 y 36 de su obra:
El ciclo de 52 años corresponde unica y exclusivamente a las pleyades llamadas por nosotros las cabrillas estas estrellas o cumulo de estrellas se repiten cada 52 años.
Llegados, pues, al lugar arriba dicho, si no era al punto de la media noche, aguardaban a que lo fuese...se vestían con vestidos nuevos, y esteraban la casa con nuevos petates...y todo lo que era necesario para el ornato y culto de los dioses, se renovaba, y era nuevo, en señal del año nuevo que comenzaba...llamaban a esta fiesta Toxiuhmolpia, la cual caía de tal manera, que las pleyades ó cabrillas estaban en medio del cielo a la media noche, en respecto del horizonte mexicano, que comúnmente era en el mes de diciembre. Y en esta misma noche sacaban el fuego nuevo”.
Resulta inconcebible un inicio de año en la fiesta del Fuego Nuevo, aunque actualmente muchos historiadores matemáticamente despistados lo siguen afirmando, sin contar que dista más de un año y medio el inicio de un año en 1-Tochtli, hasta el último tercio del siguiente año 2-Acatl, en que se realizaba realmente esta ceremonia. Considerando además que en el Solsticio de Invierno, en diciembre, las Pléyades no están a la mitad del cielo sino en noviembre, y ningún año podía comenzar en esas fechas en alguna parte de este gran territorio.
Las fuentes documentales son un buen inicio para cualquier trabajo sobre estos temas, con las citas anteriores queda demostrado que de ninguna manera resultan fuentes definitivas, por lo tanto no pueden ser tomadas como fundamentos concluyentes pues reflejan una gran cantidad de imprecisiones. Nos sentimos obligados a reiterar que en el caso de los calendarios prehispánicos en general, es el Sol el que tiene la última palabra.
Antes de proseguir, reiteramos que un día es la unidad más adecuada para comenzar cualquier cómputo del tiempo. En el sistema prehispánico se agrupan en bloques de trece días, de los cuales, veinte grupos así, forman la cuenta de los seres humanos o la cuenta de los destinos. Cuando se agrupan en bloques de veinte días resulta el cómputo natural de los cambios de la naturaleza en todo un año, en los 18 bloques de veinte días y el pequeño grupo de cinco días y un cuarto está el ciclo anual del Sol en relación con la tierra. Notamos cuan importante fue en la antigüedad, integrar en forma natural el remanente del cuarto de día, pues en cuatro años transcurridos el día que otros calendarios tiene que agregar queda como parte del año sin el problema de los días bisiestos. Al respecto, incluimos estas citas del Apéndice del libro 4 y del capítulo 11 del libro 7 de la Historia General de las cosas de la Nueva España. Los informantes indígenas de fray Bernardino de Sahagún mencionan lo siguiente:
“Celebraban sus fiestas y ceremonias de año nuevo, unas al mediodía y otras a la medianoche”.
En los textos explicativos del Códice Telleriano Remensis comentan:
“Hay que hacer hincapié en que los indígenas contaban el día de mediodía a mediodía y no como hacemos ahora de medianoche a medianoche. Esto tiene importancia para señalar una fecha...porque si un acontecimiento tuvo lugar en la mañana de un día determinado la fecha tiene que ser del día anterior.”
El padre Torquemada citado por Gama, comenta algo al respecto, pero en torno a la festividad del Fuego Nuevo, que en ocasiones se hacía al medio día:
“...es consiguiente que saliendo después de haber amanecido... ejecutaran esta ceremonia en punto del mediodía... De que se deduce, que los días de sus ciclos se comenzaba a contar después de mediodía; y los de otro, desde la medianoche...”
Manuel Orozco y Berra en el primer tomo de la Historia Antigua de México, agrega sobre el tema que llama de las horas:
No sabemos a ciencia cierta de que manera conocían y fijaban sus horas y períodos, si usaban algún aparato de sombra para hacerlo o guiándose por la luz y por la posición del Sol en el cielo y las estrellas por la noche según la época del año. Verdad es que todavía nuestras gentes en el campo con solo ver las estrellas conocen con bastante proximidad la hora. Pero esto no puede ser exacto y únicamente se refieren a las grandes divisiones del día.
Manuel Orozco y Berra, Alfredo Chavero y Cecilio A. Robelo, transcribieron parcialmente una idea de Antonio León y Gama quien aseguraba que la forma mas simple de dividir un día es en dos sencillas partes, el día y la noche, llamadas en las fuentes, respectivamente, tonalli y yohualli.
La forma siguiente es la división en cuatro partes, en los puntos de la medianoche, el amanecer, el mediodía, y el atardecer.
Francisco Hernández protomédico de la Corona Española, señaló que además de estas cuatro partes, había otras pequeñas fracciones que llama horas, en las que incensaban al Sol todos los días y le hacían sacrificios:
“...con mas individualidad en que hacían esta especie de ceremonias en las horas del día al sol y en las de la noche a Yohualtecuhtli...había veladores que velaban las vigilias de la noche, unos en los templos y otros en las encrucijadas de las calles y caminos, Estos velaban por sus cuartos y horas, mudándose acabado el tiempo de su vigilia y vela”
Sumamente interesante resulta este párrafo pues son mencionadas además de las horas diurnas, las horas nocturnas; hace además alusión a que cada fracción de un día tenía también cuartos, lo que significa solamente una posible partición en cuatro cuartos, cada una de ellas
Torquemada menciona la importancia de las horas aplicadas al momento del nacimiento de un niño para conocer los augurios:
“Después que el niño nacía el astrólogo ó adivino con mucha gravedad y reposo preguntaba la hora de su nacimiento... Sabido pues, el día y hora, tomaban sus libros y pinturas y respondían según las condiciones del signo que reinaba...”
De esta cita desprendemos que además de la fracción del día, se tomaba en cuenta a una fuerza acompañante o signo que reinaba, tal como existen los acompañantes de los días, de las trecenas, de las veintenas y hasta de los mismos años. Al seguirle el hilo a estos datos, podríamos conocer a cuales fuerzas son atribuidas en las fuentes a las cualidades imperantes de las fracciones de los días.
Gama resume en el siguiente texto lo expuesto anteriormente:
“...ninguna nación supo imitar tanto a la naturaleza que la mexicana. El día natural consta de dos partes: la una que comprende todo el tiempo que se mantiene el sol sobre el Orizonte, que se llama día, y la otra que se llama noche, que es aquel espacio que permanece debajo de él. Los mexicanos lo distinguieron también en dos, llamando a la primera Tonalli con gran propiedad, con la presencia del sol que constituye al día artificial, y a la segunda Yohualli voz que denota la obscuridad. El día artificial se subdivide en mañana y tarde; y ellos llamaron a la mañana Yohuatzinco, y a la tarde Teotlac; al mediodía Nepantla Tonatiuh, y a la medianoche Yohualnepantla.”
EL CASO DEL AÑO NUEVO
DE LOS PUEBLOS P’URHEPECHA
Al desarrollar el tema del Calendario de Michoacán, el resultado obtenido fue una propuesta fundamentada desde los escasos datos con que contamos en la actualidad, intentando estructurar las particularidades del cómputo del tiempo del área p’urhepecha.
En las tablas de los 18 meses cada uno de veinte días, supliendo al nombre del día nahua, ozomahtli, el mono, está tsintsuni, el colibrí; en lugar de ollin, el movimiento, está parakata, la mariposa; y tukuru, el buho, está supliendo a cozcacuauhtli, el águila de collar.
Los nombres de los meses de veinte días están transcritos en lengua p’urepecha y en lengua nahua.
Sinceramente esperamos que disfruten el tema elegido como un homenaje a nuestros ancestros, expuesto como siempre en forma sencilla desechando los términos elitistas que llenan las publicaciones especializadas en estos temas. El texto está redactado tal como habla nuestra gente, para que sea comprendido por todos los que aman a nuestras más profundas raíces indígenas y para todos aquellos que se interesan por conocer las culturas ancestrales de cualquier parte del mundo
Desde la década de los años ochenta, a fines del siglo XX, se viene realizando la celebración del Año Nuevo, por una loable decisión de los grupos autóctonos que integran las regiones reconocidas en que tradicionalmente se divide el territorio p’urhepecha del estado de Michoacán, preocupados porque la cultura original tuviera presencia y desarrollo dentro del mestizaje cultural predominante en la actualidad, decidieron consultar a los especialistas en la historia para que les proporcionaran los datos precisos para conocer, cuando comenzaba el año p’urhepecha desde las épocas prehispánicas para los pueblos de la Sierra, de la Región lacustre, de la Meseta, de la Ciénega y de la Cañada de los once pueblos. Al no encontrar la precisión que requerían para ubicar la festividad anual decidieron, según nos informan por consejo del sacerdote católico Agustín García, originario de la ciudad de Zacapu, adoptar la correlación registrada en la obra de Bernardino de Sahagún para el Calendario Mexica, quien aseguraba en el siglo XVI, que los Mexica- tenochca principiaban el año el 2 de febrero del Calendario de Julio César que estuvo vigente hasta 1583 en el mundo gobernado por los europeos.
En 1983 se inició en Tzintzuntzan y en Ihuatzio la primera de estas festividades que han servido para proporcionar unión, orgullo p’ urhepecha e identidad a todas las comunidades participantes.
A quienes nos hemos dedicado al estudio de la estructura de los sistemas calendáricos, por medio del análisis de las escasas fuentes en que se trata el caso de fechas y sucesos en concordancia con el Calendario Juliano en el momento que los pueblos p’urhepecha se enfrentaron a las incongruencias y barbaridades cometidas por las huestes de Nuño de Guzmán en 1530, el resultado es distinto partiendo de los escasos datos convertidos en tablas calendáricas, tomando en cuenta absolutamente todo lo que se ha logrado recopilar hasta este momento, teniendo en consideración que se trata de un calendario que debíamos comprenderlo como un sistema p’urhepecha aunque al final pudiera o no, tener concordancia con otras cuentas calendáricas.
En 1885 Francisco del Paso y Troncoso se interesó por sumarse al grupo de sabios estudiosos que se interesaron por el Calendario Tarasco como le llamaron en ese entonces, se entero que los datos para reconstruirlo eran muy escasos. Las crónicas conocidas, escritas por religiosos en el siglo XVI, mostraban la, despreocupación de sus autores por conocer la forma de contar el tiempo de los pueblos de esas provincias y si acaso existían documentos relacionados con temas calendáricos, no estaban a su disposición o no se conocían.
En esa época don Nicolás León fue director del Museo del Estado; en los Anales del Museo Michoacano publicó un estudio que tituló “Calendario de los Tarascos en el que afirmaba que para rehacer el calendario solamente se contaba con los estudios de Manuel Orozco y Berra y de Alfredo Chavero en sus respectivas obras.
Estos dos famosos historiadores aseguraban que los “tarascos" se servían del Calendario Matlatzinca o pirinda "dando a comprender que antes de la venida y establecimiento de éstos en Míchoacán no le conocían”
Las opiniones de éstos dos historiadores fueron respetadas quedando vigentes hasta que nuevos aportes esclarecieran que los p'urhepecha verdaderamente no tenían una forma de contar el tiempo.
Tiempo después en 1888, Francisco del Paso y Troncoso se congratula del hallazgo que don Nicolás León dio a conocer en los Anales del Museo consistente en un escrito del cua1 se conserva una copia en la Biblioteca del Congreso de Washington, llamado Relación de Michoacán impreso en España. Afirma el señor León que esta copia del manuscrito perteneció a un coronel de nombre Peter Force y que además ya había sido estudiado en forma muy particular por el abate Brasseur de Bourgbourg. Al final del manuscrito había un calendario agregado en las últimas cinco hojas con el inconveniente que los nombres de los años, meses y días están escritos en lengua nahua, por lo que Del Paso y Troncoso lo descalificó arguyendo:
“que extraña forzosamente que los vocablos tarascos ninguna representación tengan en los nombres del calendario atribuido a tan culta nación que hablaba una lengua tan expresiva como abundante en la combinación de sonidos”
No dudó Troncoso que las ideas y conceptos acerca del cómputo del tiempo fuesen semejantes en el mundo prehispánico y que el pirinda de los matlatzincas, el
mexicano y el p’urhepecha tuvieran las mismas o semejantes figuras para representar las particularidades del sistema calendárico pero no acepta la veracidad de las tablas por que no están escritas en el idioma de los p’urhepecha, notándose la influencia hispana pues lo hacen concordar para que inicie el lº de enero del Calendario Juliano. Agrega Troncoso que:
No siendo así, podemos asegurar que el sistema propuesto en el Calendario agregado a la Relación de Michoacán está en desacuerdo con los pocos datos que del Calendario tarasco se conservan en la misma Relación...el calendario que en la copia del coronel Peter Force está puesto enseguida de la Relación de Michoacán probablemente nada tiene que ver con dicho documento
El contenido de las tablas anexas a la Relación ya eran conocidas, según enfatiza Troncoso, pues el cómputo es el mismo que menciona Joaquín García Icazbalceta en los preliminares de la Historia Eclesiástica Indiana de Jerónimo de Mendieta como un calendario armado o prohijado por Toribio de Benavente, el padre Motolinia, incluido en sus Memoriales.
La Relación de Michoacán es atribuida actualmente a un fraile llamado Martín de la Coruña. Lo valioso de esta obra respecto al calendario es que en varias partes son mencionadas algunas fiestas importantes que celebraban los p’urhepecha con su correspondencia con el Calendario Juliano que pueden servir para intentar rehacer el sistema de cómputo del tiempo, inclusive para ser utilizado para hacer la conversión del Juliano al Calendario Gregoriano.
Francisco del Paso y Troncoso seleccionó los párrafos que estaban correlacionados al calendario Romano de Julio César
El primero de ellos dice:
...y mandolos traer para que se enseniasen la doctrina crist iana en san francisco y estuvieron allá un año quince muchachos que fueron por la fiesta de mascuto a siete de junio y amonestoles el cazonci, que aprendieren que no estarian mas de un año.
Otro párrafo de la Relación dice:
...vinieron las nuebas al cazonci como los españoles abian llegado a taximaroa y cada día les benyian mensajeros q benyian doscientos españoles y hera la fiesta de cahyra cuscuaro, a diez y syete de julio, cuando llueve mucho en esta tierra y benya por capitán un caballero llamado Xptobal de olid..
Un párrafo se refiere al mes de Uapásquaro y dice así:
...y era por la fiesta de uapanscuaro a veynte e cinco de octubre y Salieron a coger mazorcas de mayz las muqeres para la fiesta.
En otro párrafo se agrega lo siguiente:
y en otra fiesta llamada caheri uapansquaro bailaba con unas cañas de maíz a las espaldas... En esta cita, no se menciona la fecha cristiana.
Otra fecha en la Relación dice:
...enbio el cazonci a don pedro con aquellas ancoras a zacatula que hera por la fiesta a catorce de noviembre...” sin mencionar la fecha p’urhepecha.
En otro momento la Relación menciona otra fecha que no tiene concordancia calendárica con las anteriores:
...y bino nueva q abia benido un español y havia llegado a taximaroa en un caballo blanco y hera la fiesta de purecoraqua a veynte y tres de febrero y estubo dos días en taximaroa y tornose a méxico.
Troncoso para no caer en lo que se le juzgaría como la invención de un Calendario Tarasco, publicó sus opiniones con un título idéntico al trabajo de don Nicolás León en los Anales del Museo Michoacano, Calendario de los Tarascos.
Para no caer en los errores comunes que posteriormente cometieron quienes le sucedieron, prudentemente se limitó a transcribir los nombres de las festividades consignadas en la Relación en un orden alfabético sin tratar de forzar las situaciones para estructurar una cronología:
Anónima.- Citada en la Relación el 14 de noviembre en que se registra la ida de don Pedro Zacatula. (pag. 204)
Anziñasquaro o Ancínasquaro.- Comenzaba a la media noche en honor del fuego. (pags. 25 y 27)
Caheracosquaro.- Citada por la llegada de CristóbaI de Olid a Taximaroa el 17 de julio. (pag. 87)
Caheriuapansquaro.- Citada por la danza con cañas de maíz a las espaldas. (pag. 20)
Coríndaro.- Fiesta en que llevaban a Cuerauahperi hasta la ciudad de Michoacán. (pag. 20)
Cuinqo.- hacían figuras de bledos de animales y vestían tiras de pieles en las danzas. (pag. 20)
Charapuzapi.- Sin detalles, también en la pag. 20
Eguatacnsquaro o Izcuataconscuaro. Es la fiesta de las flechas y el ajusticiamiento de los malhechores. (pag. 125)
Hicuandiro.- Celebración en la que se adornaban las entradas de las casas y de las poblaciones (pag. 29)
Hubisperacuaro o Hunisperacuaro.- La historia de los huesos con cantos y danzas. (pags. 287 y 289)
Mazcuto. Celebrada el 7 de junio. La Relación no dice que se hacia en esa fiesta, es mencionada por la adoctrinación religiosa cristiana. (pag. 107)
Pevanscuaro.- Esta fiesta es mencionada también en la Vida de Vasco de Quiroga escrita por el lic. Moreno. (pag. 28)
Purecoragua.- llegada de los españoles a Taximaroa. (pag. 85)
Purecotacuaro.- Celebración en la que eran horadadas las orejas. (pags. 191 y 223)
Sicuindiro.- Fiesta también dedicada a Cuerauaperi y a Curicaueri vistiendo tiras de pieles. (pags. 19 y 20)
Tzitacuarensquaro.- Mencionada en la página 28 de la Relación.
Vpansquaro.- Fiesta en el campo con las mazorcas de maíz mencionada el 25 de octubre. (pag.132).
Francisco del Paso y Troncoso al fina1 del Calendario de los Tarascos afirma haber registrado 19 meses pero solamente son 17 y muy sutilmente deja a don Nicolás León la tarea de realizar el trabajo de analizar los vocablos tarascos para profundizar en las ideas que encierran como conceptos filosóficos contenidos en las estructuras calendáricas de otros focos culturales.
Está llamado el señor Nicolás León a realizar este trabajo puesto que, valiéndose de sus buenos conocimientos y de los excelentes libros que sabemos tiene en las lenguas tarasca y pirinda, puede restablecer las fechas que nos faltan y reponer el Calendario Michoacano sobre bases duraderas.
Desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, se ha intentado profundizar en la historia y en la filosofía de los pueblos p’urhepecha; pocas personas lo han logrado pues es necesario convivir con los pueblos para sentir su esencia. Los autores que nos han ilustrado mejor en estos temas han sido el lic. Eduardo Ruiz, José Corona Núñez, J. Jesús Romero Flores, el profesor Félix C. Ramírez de quien admiro su sapiencia, Pablo Velásquez Gallardo y Francisco Hurtado Mendoza, quienes sin grandes ínfulas comparten en sus obras el verdadero espíritu p’urhepecha.
UN INTENTO DE CORRELACIÓN
A pesar de todo, fue a mediados del siglo XX que Alfonso Caso aceptó el reto de armar la cronología dejada por Francisco del Paso y Troncoso, cuyo resultado forma parte de la obra, los Calendarios Prehispánicos, publicada en 1972.
Su intento no tuvo mayor repercusión puesto que aplicó en su estructura los mismos juicios que había empleado antes en la reconstrucción del Calendario mexica en esa misma obra:
Alterar la fecha del día de la rendición de Tenochtitlan omitiendo el dato histórico del suceso en el mes de Tlaxochimaco suplantándolo por Xocotl huetzi.
El resultado para don Alfonso Caso, fue un inicio de año mexica en un 24 de febrero.
Al no coincidir su propuesta con la única fecha inscrita en los calendarios indígenas y cristianos para un suceso de tal magnitud, muchos investigadores se refugiaron para la conversión de fechas históricas en una de las dos correlaciones expuestas en el Códice Florentino y en la Historia General de las Cosas de la Nueva España de Bernardino de Sahagún, la correlación que ha sido comúnmente aceptada por la mayoría de los expertos en temas calendáricos principia el año en un día caimán del mes de Atlacahualo en un 2 de febrero del Calendario Juliano. Pero sucede que al recorrer el tiempo hasta el 13 de agosto, nunca coincide con el signo serpiente del dato histórico de la Rendición de Tenochtitlan, sino en un día carrizo (o caña, como equivocadamente lo traducen), estando ubicado en un lº de septiembre. La única fecha para identificar al calendario mexica como veremos más adelante es el día 13 de agosto de 1521, día l-serpiente de Tlaxochimaco del año 3-Casa.
La segunda correlación en la obra de Sahagún resulta, al asegurar que Cortés entró a Tenochtitlan el 8 de noviembre en un día 1-ehecatl cuando a leer con mucho cuidado ese párrafo sabemos que nunca afirmó en sus Cartas de Relación haberlo hecho, los historiadores se confunden cuando hacen el recuento de los días empleados desde que traspuso la Sierra Nevada hasta esta fecha sin haber llegado todavía a la capital mexica. Lo que es más seguro, como también lo afirman otras fuentes es que haya llegado a la ciudad hasta el día 25 de noviembre de 1519.
El resultado es un inicio de año mexica en un 23 de febrero, Juliano, sin que coincida con el día de la rendición de Tenochtitlan.
En cambio la fecha que registra Diego Durán en la Historia de las Indias e islas de Tierra firme, para el inicio del año mexica es el 1º de marzo del Calendario Juliano, en la parte dedicada a la estructura del año mexica que comenzó a recopilar en 1560 en un año de nombre pedernal, correlación que coincide plenamente con la reestructuración histórica que hicieron Cecilio A. Robelo en Mitología Nahuatl y Alfredo Chavero en el primer tomo de México a través de los siglos, en donde propone unas tablas para un calendario perpetuo.
Mencionamos estas particularidades porque estamos seguros que esto fue lo que sucedió hace mas de veinte años con los eruditos consultados por los pueblos p’urhepecha, para elegir una fecha en la cual se pudiese llevar a cabo las festividades del Año Nuevo; al no encontrar datos precisos para este suceso y al no aceptar la propuesta del doctor Alfonso Caso del inicio de año en un 24 de febrero, se decidió adoptar la correlación más conocida de la obra de Sahagún, la del 2 de febrero juliano que además coincidía con una festividad católica de origen romano: la Fiesta de las Luces o de las Calendas convertida actualmente en la fiesta de la Virgen de la Candelaria aprovechada por muchas comunidades indígenas para llevar a bendecir las semillas que se van a sembrar en el próximo ciclo agrícola.
La decisión de quienes se encargaron de aceptar la fecha del 2 de febrero para el Año Nuevo P’urhepecha se agrava pues a partir del año 2000 la mayoría de quienes fundamentaban sus cálculos en el 2 de febrero se dieron cuenta al fin, de que desde 1583 hasta la fecha quedaban obsoletas las celebraciones actuales por la corrección de los diez días acumulados en el Calendario Juliano que tuvo que corregir el 4 de octubre de 1582 en Europa el papa Gregorio XIII. Recordemos que al llegar la fiesta de San Francisco el día 4, al otro día en vez de ser 5, fue 15 de octubre de 1582 por orden papal.
Actualmente quienes decidieron estudiar fenómenos astronómicos en relación a alineamientos o a sucesos históricos continuando fieles a la correlación de Sahagún, se saltaron al 12 de febrero para estar al día, pero quienes continúan partiendo del 2 de febrero, se han quedado atrás diez días en el tiempo.
Como nos faltaban algunos nombres de las festividades p'urhepecha, recurrimos a la otra Relación cuyo original está. actualmente en el Escorial en España, es un manuscrito elaborado también en el siglo XVI. No contiene fechas en el calendario europeo, pero describe un buen número de festividades que tradicionalmente festejaban en el mundo p'urhepecha, conscientes plenamente de que no porque fueran nombres de fiestas importantes, necesariamente tuvieran que ser nombres de meses de veinte días.
La selección final y la ubicación de las fiestas se la dejamos a los purhepecha, agradeciendo al profesor Alejandro Cruz Alcantar todo el material que nos ha proporcionado para que conociéramos un poco más de la estructura del Calendario P'urhepecha, y respetando la ortografía propia de esta lengua, auque en un sentido práctico tuvimos que adoptar la forma de escritura que está en las Relaciones y la manera en que escriben los que estudian al mundo p'urhepecha en la actualidad respetando algunas particularidades, por ejemplo, en lugar de escribir P'urhejkurhakuarhu utilizamos Purecuragua.
LOS NOMBRES DE LOS 18 MESES
P'URHEPECHA DE VEINTE DÍAS.
1.-P'URHEJKURHAKUARHU. (Purecuragua) Lugar o tiempo de triunfo de los guerreros e inicio del nuevo año.
2 .-KUINGO. (Cuingo). Época de caza de aves.
3.-UNI-INTSPERANTSKUARHU. (Unisperacuaro). Fiesta o historia de los huesos o entrega de las ofrendas.
4.-P'URHEJKUTAKUARHU. (Purecutácuaro).- Consagración de los nuevos guerreros.
5.-MASKUTO. (Mascuto).- La búsqueda del destino.
6.-EKUATAKONTSKUARHU. Ecuatacónscuaro).- La fiesta de las flechas.
7.-K’ERI-KONTSKUARHU. (Caeracóscuaro).- Época de lluvia y fiesta de la hermandad.
8.-ANTSIANTSKUARHU. (Anziñáscuaro) .-Donde o cuando vuelven a arrastrar tras de si al campo, o a celebrar la ceremonia inicial.
9.-JIKUANDIRHU. (Hicuándiro).- Lugar o época de purificación.
10.-SIKUINDIRHU. (Sicuindiro).- Época de transformación.
11.-CHARHAPUSAPI. (Charapusapi).-La pequeña fíesta en que se hacían ofrendas.
12.-UAPANTSKUARHU. (Uapánscuaro).- Fiesta del heno y del maíz.
13.-UlRAUKUMU-K'EJTSITAKUARHU. (Caetsitácuaro).- Fiesta de los muertos
14.-K'ERI-UAPANTSKUARHU. (Caer'iuapanscuaro).- El gran cierre o final de la fiesta de las doncellas.
15.-P’EUANTSKUARHU. (Peuanscuaro).- La creación del ser.
16.-KURHINDARHU.(Curindaro).- Tiempo de tortilla de maíz,
dedicada a la madre naturaleza.
17.-P'ITAJKUA-KONTSKUARHU. (Pitacuaconscuaro).- La fiesta para Crear y ampliar las flechas y arcos.
18.-TSITAKUARHENTSKUARHU. (Tsitacuarenscuaro). Fin o despedida del año.
ANDANEAKUA. (Uandaneantskuaru).- Aciago o nefasto. Los últimos cinco días del año. Aunque no estamos de acuerdo en que a estos días se les llama nefastos, respetaremos el nombre que nos han proporcionado, solamente para distinguirlos de los nombres de las demás veintenas.
E1 año en su estructura prehispánica está repartido en los 18 grupos de veinte días acomodados en el orden que se nos proporcionó. Se completa el año con los últimos cinco días al final del enlistado.
Los nombres para los sustantivos de días, meses y años son los siguientes:
Jurhiakua.- Día en singular.
Jurhiatekuecha.- Los días.
La trecena de días es, tembeni tanimu jurhiatekuecha.
Ma ekuatse jurhiatecuecha, significa en los veinte días o lo que es lo mismo, una veintena, lo que dura un mes prehispánico; en este trabajo tomaremos en cuenta como le llaman a un mes en la actualidad para nombrar a cada una de las veintenas.
Kutsi.- Mes, en singular.
Kutsicha.- Meses, en plural.
Por ejemplo, Kutsi Scuindiro, es la veintena en honor de los creadores Cuerahuaperi y Curicaueri.
Para denominar a los años, tenemos los siguientes términos: Uexurini o uexurikua.- Año, en singular
Uexurikuecha o uexurhinicha, en plural.
18 meses se dice, tembeni iumu tammu kutsicha.
Munro S. Edmonson en Los Calendarios Mesoamericanos, proporciona el jeroglífico p'urhepecha de un año conejo, por lo cual, la vinculación norma1 con los otros tres portadores de los años debe ser la misma de los demás calendarios prehispánicos.
LOS VEINTE DIAS
DEL MES P'URHEPECHA
1.- kurucha.- pescado
2.- tarhiata.- viento
3.- k'umanchekua.- casa
4.- atsiri.- maíz
5.- akuitse.- culebra
6.- uarhikua.- muerte
7.- axuni.- venado
8.- auani.- conejo
9.- itsï.- agua
10.- uichu.- perro
11.- tsïntsuni.- colibrí
12.- uitsakua.- hierba
13.- itsu’takua.- tabaco
14.- puki.- ocelote
15.- uakusï.- águila
16.- chupiri.- fuego
17.- parakata.- mariposa
18.- tsinapu.- pedernal
19.- janikua.- lluvia
20.- tsïtsïki.- flor
Edmonson, cita al fraile de la Coruña por los nombres de días que están registrados en español en la Relación, estos son: venado, agua, perro, mono, caña y cuchillo de pedernal cuyos nombres p'urhepecha serían los siguientes en el mismo orden: axuni itsï; uichu, osome, patamu, tsinapu. Además sugiere que los dibujos de los días solamente se podrán conocer por medio del estudio a piezas arqueológicas de un claro contenido calendárico.
De las representaciones de días que presenta en su obra, se identifican fácilmente: uxpi: el lagarto; tarhiata, el viento; k’uta, la casa o recinto; axuni, el venado; auani, el conejo; itsï, el agua; uichu, el perro; uakusï, el águila; janikua, la lluvia; y tsïtsïki, la flor.
Era posible, para fines estrictamente calendáricos, que de la lista p'urepecha, de los días pudiésemos permutar el nombre de kurucha, el pescado, por uxpi, el lagarto, considerando que en las regiones lacustres se utiliza el nombre del día kurucha y en las demás regiones el día caimán, incluyendo la Meseta, la Cañada y la región de la Ciénega.
Utilizar el nombre de casa, k'uta, que es más corto, en lugar del correcto, k'umanchekua.
Otros cambios posibles serían, cambiar atsiri, el maíz, por uatzaki, la lagartija y its'utaka, el tabaco, por p'atamu, el carrizo (puesto que se necesitaba un portador de año con ese nombre), y osuma, el mono, por tsintsuni, el colibrí y el de ollin, el movimiento, por parakata, la mariposa.
LOS NOMBRES DE LOS NÚMEROS
DEL 1 AL 13, HASTA EL 2O.
1.- ma 7.- iumu tsimani
2.- tsimani 8.- iumu tanimu
3.- tanimu 9.- iumu t’amu
4.- t’amu 10.- tembeni
5.- ium 11.- tembeni ma
6.-kuimu 12.- tembeni tsimani
13.- tembni tanimu
En las cuentas para el tiempo solamente se utilizan del 1 al 13.
14.- tembeni t’amu 15.- tembeni iumu
16.- tembeni kuimu 17.- tembeni iumu tsimani
18.- tembeni iumu tanimu 19.- tembeni iumo t’amu
20.- ekuatse
Continuamos de diez en diez hasta el cien y de cien en
cien hasta el mil.
30.- ekuatse tembeni 200.- tembeni ecuatse
40.- tsimaní ekuatse 300.- tembeni iumu ekuatse
50.- tsimani ekuatste tembeni 400.- irepeta (ma irepeta)
60.- tanimu ekuatse 500. -irepeta iumu ekuatse
70.- tanímu ekuatse tembeni 600.-irepeta tembeni ekuatse
80.- t’amu ekuatse 700.- irepeta tembeni iumu ekuatse
90.- t’amu ekuatse tembeni 800.-tsimani irepeta
100.- iumu ekuatse. 900.-tsimaní irepeta iumu ekuatse
1000.- tsimani irepeta tembeni ekuatse (ma sutupu)
LOS CUA TRO NOMBRES PARA LOS AÑOS.
Auani P’atamu Tsinapu K'uta
Conejo Carrizo Navaja de obsidiana Recinto o casa.
Tomando en cuenta el glifo expuesto en el libro de Edmonson para un año 4-Conejo los portadores de los años son, Carrizo, Pedernal y Casa, alternados con los trece números del calendario hasta que se vuelve a repetir el primero después de haber transcurrido 52 años.
COMO SE FORMA LA ESTRUCTURA
DEL CÓMPUTO PREHISPÁNICO
Resumiendo lo expuesto desde el principio, reiteramos que estábamos convencidos plenamente de que todas las culturas del mundo fueron creando las diferentes formas de contar el tiempo de acuerdo a sus necesidades, a su apreciación o por que así les convenía para regir a sus sociedades, tomando en consideración los acontecimientos más relevantes para ellos de lo que sucedía en el entorno de su desarrollo cotidiano. Que algunos pueblos normaron su vida y la distribución de su tiempo agrupando los días en bloques definidos por sus dirigentes de acuerdo también a sus necesidades.
Otras culturas que acudieron a los acontecimientos astronómicos importantes, inventaron los calendarios solares que son los más comunes y otros, los calendarios lunares de períodos evidentemente más cortos, registrando la recurrencia de las fases de la luna. De todos ellos son famosos los calendarios egipcios, sumerios, chinos, cristianos y hebreos incluyendo en esos parámetros los calendarios olmecas, teotihuacanos, toltecas, mixtecos y mayas.
En lo que se refiere a las fuentes documentales del siglo XVI, que es lo único con que se cuenta históricamente para intentar aplicar un método analítico dirigido a conocer los calendarios prehispánicos, existen crónicas, historias y relatos en donde se mencionan varias posibilidades para comprender el tiempo. En ellas existen diferentes calendarios para Tlaxcala, Texcoco, Tlaltelolco y Tenochtitlan.
Recordemos que solamente para Tenochtitlan están registradas dos versiones diferentes de inicio en la obra de Bernardino de Sahagún.
Por lo tanto, resulta ilógico para quienes conocemos un poco más del mundo indígena actual, que los pueblos de la antigüedad que vivían en un entorno natural semejante tuvieran tantas versiones para iniciar su tiempo anual, visiblemente regido por los cambios que la misma naturaleza origina comprensiblemente para los seres humanos que viven inmersos en ella. Solamente que en las diferentes versiones calendáricas que existen en las crónicas, la estructura es la misma: Son cuatro nombres para los años, que se van alternando con trece números formando ciclos de 52 años. Cada año es fraccionado en 18 grupos de veinte días cuyos nombres, en las diferentes lenguas que todavía se conocen, tienen el mismo significado, porque describen los diferentes cambios, visibles en la naturaleza: sequía, verdor, lluvias, calor, fríos, época de vientos.
Los veinte nombres para los días de cada uno de los grupos, tienen nombres similares en todas las lenguas en donde se detecta la misma estructura calendárica, Aunque las palabras sean diferentes el significado también es el mismo, el día ollin, movimiento, en el mundo p‘urhepecha es paracata, la mariposa.
A pesar de estas coincidencias los especialistas aceptan sin reflexionar que inicien los calendarios prehispánicos en diferentes momentos del año.
Estas particularidades nos obligan a tomar en consideración varios aspectos, sin lugar a dudas, muy importantes para la comprensión globa1 de los antiguos calendarios:
En primer lugar está la veracidad de las fuentes históricas del siglo XVI.
Qué tan confiables pueden ser estas fuentes en todo lo que esté relacionado con la matemática y la astronomía, teniendo en cuenta que la mayoría de los recopiladores fueron religiosos con objetivos evangelizadores que no les permitían distraerse de las encomiendas de los superiores de cada una de sus órdenes, y su preparación monacal no les iba a servir para comprender aspectos científicos relacionados con esos dos temas de la ciencia. En segundo lugar está el caso de sus informantes indígenas que no pudieron tener la preparación necesaria para abordar con sapiencia y profundidad temas que les eran completamente ajenos, tomando en cuenta que muchos de ellos ya habían crecido con una mentalidad cristiana y los antiguos conocedores ya habían sido exterminados.
En tercer lugar, si la estructura es la misma para todos los calendarios, solamente puede significar que dicha estructura está fundamentada en el registro metódico y matemático de los cambios perceptibles de lo que sucede en la naturaleza.
Tenemos actualmente, quienes nos hemos dedicado a comprender las ciencias antiguas, la plena convicción de que los creadores de ciudades, marcadores en estelas, construcciones piramidales, libros plegados y esculturas con un indiscutible contenido calendárico, fueron matemáticos y astrónomos preponderantemente y que con los ritmos importantes de la naturaleza formaron durante siglos la estructura del sistema reuniéndose periódicamente por muchas generaciones hasta estar completamente seguros, abarcando un espacio geográfico muy amplio, quizás desde lo que ahora hipotéticamente limitamos con el Trópico de Cáncer, hasta el Ecuador en nuestro hemisferio.
Desde esta lógica ya expuesta, no se puede aceptar que exista un calendario maya, otro zapoteca, otro p'urhepecha, mije, pirinda, etcétera, porque se desarrollaron en el mismo espacio geográfico donde rige la misma estructura de la naturaleza.
Definitivamente es el Sol, que al desplazarse aparentemente en la Jícara Celeste va trazando los 365 arcos diurnos, marcadamente inclinados hacia el sur, puesto que vivimos al norte de la línea ecuatorial, en estos arcos se van creando las diferencias climáticas día con día, perceptibles en todo este gran territorio.
Esos 365 arcos, fueron divididos en los 18 grupos conocidos como veintenas o meses antiguos. Quedaba un pequeño bloque de 5 días y un cuarto, que hasta donde hemos podido investigar, eran los días considerados como especiales, como lo son actualmente, ubicados al final de cada año. Con estos días el año era completado.
Cada uno de los veinte días de cada mes, resulta ser diferente al siguiente, porque al irse recorriendo día con día en cada uno de sus arcos, la manifestación natural varía de acuerdo a la posición cambiante del Sol.
Un arco diurno es de naturaleza diferente al del día anterior y también diferente al que le sucede, puesto que las condiciones solares que se reciben se repiten cada veinte días.
Estas condiciones fueron nombradas de acuerdo a como fueron apreciadas por los seres humanos en todo este extenso territorio y por consiguiente, al ser convertidos a dibujos en sus sistemas de escritura jeroglífica son de valor equivalente de lectura en cualquier lugar.
No obstante lo que se deduce de las fuentes históricas, creemos con estas consideraciones lógicas, que el sistema calendárico, al tener los mismos principios y particularidades matemáticas, debe ser el mismo en todas estas latitudes. Además, debe principiar el mismo día puesto que para todos estos lugares es la misma forma de energía la que se recibe del Sol percibida por los seres humanos.
INTENTANDO LA CORRELACIÓN A
PARTIR DE LA RELACIÓN DE MICHOACÁN
Ya teníamos con más claridad los elementos y objetivos de como podíamos intentar estructurar el calendario p’urhepecha, y posteriormente intentar una correlación con el calendario Juliano.
Los datos extraídos de la Relación de Michoacán debían ser ubicados en orden calendárico, de la misma forma que ya lo había intentado el doctor Alfonso Caso en Los Calendarios Prehispánicos, comenzando con el 7 de marzo dentro de la fiesta de Mascuto. Lo mismo teníamos que hacer con los datos extraídos de la Relación, respetando el listado de los meses que nos había proporcionado el profesor Alejandro Cruz Alcantar de Morelia, Mich. y posteriormente tratar de averiguar si podían coincidir con alguno de los calendarios conocidos históricamente, porque como nos lo enseñaron en las comunidades serranas en varios estados de nuestro país, es el Sol el que hace cambiar las condiciones imperantes en todo un año, las cuales se vuelven a repetir hasta un año después. Y debían tener una lógica natural, como ahora se percibe en el mundo indígena partiendo de que es la acción continua del Sol sobre la Tierra, la que los produce principalmente, siendo registrados desde el Altiplano central, situación que dio origen a las consideraciones del capítulo anterior:
Observando los astrónomos p’urhepechas que los desplazamientos del Sol en el horizonte matinal desde el Solsticio de invierno hasta su límite de desplazamiento en el lado norte en el Solsticio de verano, se dieron cuenta que día con día va recorriendo en arcos cotidianos, el cielo con una inclinación notoria hacia el sur, porque el espacio de observación está ubicado al norte del Ecuador. Sin perder esa inclinación, dos días al año pasa sobre el medio cielo de Tzintzuntzan.
Como día con día las condiciones imperantes van cambiando, en una tabla de prueba deberíamos colocar en una columna, los veinte nombres de los días y arriba los nombres de los 18 meses también en columnas.
En la antigüedad, al percibir esas condiciones cotidianas que se manifestaban en la naturaleza, los sabios que por siglos estuvieron elaborando los registros desde diferentes latitudes los convirtieron en representaciones iconográficas para que en cualquier parte y con lenguajes diferentes, lo gente de sabiduría pudiese leer el sentido calendárico de esas fuerzas cambiantes.
Es posible que así hayan sido creadas las representaciones de los días, y como la naturaleza refleja los mismos cambios producidos por el Sol en cualquier latitud, estamos seguros que en todos los pueblos que tuvieron la misma relación cultural, los valores iconográficos son los mismos. El signo del día venado, o del día flor entre los p’urepecha, debería ser de idéntico valor representativo entre los totonacas, nahuas o mixtecas, aún cuando las figuras fueran de estilos diferentes.
Para trazar nuestra primera tabla calendárica de prueba intentando la correlación del Calendario p’urhepecha, comenzamos por elegir una de los versiones conocidos históricamente que soportara la prueba de coincidir con el 13 de agosto de 1521, el día Ce Coatl, 1-serpiente, del mes nahua, Tlaxochimaco, Cuando se ofrecen las flores, del año Yei Calli, 3-casa.
Como ya mencionamos antes, la fecha registrada por fray Diego Durán en su obra, era la única que cumplía con ese importante requerimiento al iniciar el año el 1º de marzo del calendario juliano.
En la tabla anual de 18 columnas y veinte renglones colocamos en orden las 18 veintenas de la lista p’urhepecha. Al lado izquierdo ubicamos los veinte nombres de los días, comenzando en el primer cuadro desde un l de marzo. La ortografía que elegimos para esta tabla es la más común y fácil de leer para los neófitos en la lengua p'urhepecha, tratando de facilitar la lectura, teniendo conciencia que la ortografía válida es la que ahora dignamente difunden tradicionalmente porque refleja los sonidos adecuados con más precisión. Al acomodar los datos en nuestra tabla el resultado fue muy lógico concluyendo que si teníamos ya los suficientes elementos con que fundamentar una correlación:
El 7 de junio quedó dentro de la columna de la veintena de Mascuto.
El 17 de julio también quedó en la columna correspondiente de Caeracónscuaro.
El 25 de octubre quedó ubicado en la columna de Uapánscuaro.
En este primer intento, al terminar de llenar la tabla de prueba, deducimos que el Año Nuevo P'urepecha, se puede correlacionar de forma adecuada iniciando el 1º de marzo con el antiguo Calendario Juliano.
Para ilustrar a los veinte días en las tablas calendáricas, no encontramos descripciones ni dibujos en la Relación de cómo podrían ser sus representaciones, por lo tanto buscamos entre los códices conocidos los que a nuestro juicio fueran los dibujos más adecuados. Tomamos algunos glifos del Códice Borbónico, otros del Vaticano B, y del Aubin. Para el primer día, que tiene los significados de lagarto y pescado, nos pareció adecuada la ilustración del pez-lagarto del Códice Fejervary, la cual estilizamos para el tamaño de una tabla calendárica. A todos los dibujos elegidos les modificamos algunos detalles para que parecieran más adecuados a la zona p’urhepecha.
La tabla de prueba llenaba los requisitos para un año de nombre Tsinapu, Navaja de pedernal. Al continuar con las tablas para los tres años restantes se corría el riesgo de que a los cuatro años nos faltara el día que en los calendarios europeos se les agrega como bisiestos, a menos que aplicáramos lo aprendido en el caso del Calendario Mexica, recorriendo un cuarto de día el inicio de cada uno de los años.
EL CORRIMIENTO ANUAL DEL AÑO
AUANI-conejo P’ATAMU-carrizo TSINAPU-pedernal K’UTA-casa
Los años Auani, comienzan al amanecer. P’atamu, al medio día.
Tsinapu, al atardecer. K’uta, a la medianoche.
Los antiguos observadores del cielo precisaron que Juriata, el Sol, regresaba al mismo punto en el infinito cielo azulado cada 365 días y un cuarto.
Para ajustar en sus años este lapso excedente, establecieron una división lógica y matemática, en la que cada uno de los años se iniciaba en diferentes momentos del día o de la noche computando el tiempo real de cada año, tomando en cuenta ese importante cuarto de día para su comienzo:
Los años de signo Auani: (conejo), principiando en el amanecer; los años Patamu (el carrizo), al mediodía: los años de nombre Ts’inapu, (cuchillo de pedernal), al anochecer, y los años K’uta, (la casa), a la medianoche.
Estamos conscientes de que esta forma de comprender a los días es muy difícil de asimilar para quienes estamos acostumbrados a las cero horas actuales como la única división entre la culminación de un día y el nacimiento de otro o entre un año viejo y un año que comienza. pero es una forma que aún se toma en cuenta en varios lugares indígenas de nuestro país donde no se ha perdido este ingenioso sistema.
Precisando los cuatro momentos importantes que tiene el día prehispánico, son los mismos que se aprecian a partir de la división en cuatro partes iguales del dibujo circular de un día completo en las siguientes ilustraciones fraccionándolo en los momentos del amanecer, el mediodía, el atardecer y la media noche:
El amanecer, es el momento en el que Juriata, el Sol, aparece en el horizonte; el mediodía, cuando está en"Paisas, comer y beber para no ser muertos ... leer y pensar para no ser mensos."
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