La hechicería en Michoacán

HÉCTOR CONTRERAS

Todos estábamos sentados en la puerta de una troje, cuando vimos salir de la cocina a un gato negro, éste se detuvo unos segundos en el patio y pronunció:

- ¿Ambé tsúxaki? Juá iá.

Era un hechicero...

Fragmento del libro La hechicería en Charapan.

Poco o nada podrá saber el forastero, de lo que el hechicero puede revelar acerca del antiguo conocimiento que ha heredado. A sus impertinentes preguntas, el hechicero fingirá no hablar español y se retirará discretamente.

05 hechiceriaQuienes han podido develar las capas con las que envuelven el misterio, saben que la hechicería es un reducto de conocimientos arcaicos, que implican la presencia de una tradición antigua y oculta. Su práctica, se ha venido realizando por los habitantes de distintas poblaciones en el estado de Michoacán, desde épocas inmemoriales. Sus orígenes poco precisos, nos transportan al México prehispánico, en el cual la magia y los ritos, eran parte de la vida diaria de los antiguos pobladores de La Meseta Purépecha. De igual manera, se advierten rasgos que evidencian componentes heredados de la tradición europea y paralelismos compartidos con otros pueblos mesoamericanos.

Actualmente la tradición se mantiene viva en municipios como: Cherán, Ocumicho, Cocucho, Charapan, Paracho, Pátzcuaro y otros pueblos y ciudades, en los que se viene practicando con menos apego al sentido original de la hechicería indígena, en la cual, se entremezclan la cosmovisión prehispánica, con la medicina naturista y con la herbolaria; por lo que el hechicero, ya sea indígena o mestizo, es una especie de chamán, su presencia es respetada y/o temida entre los pobladores de la región, debido a los poderes que adquirió al haber sido iniciado por maestros en las artes de la hechicería. El límite entre la hechicería y el curanderismo, suele ser difuso, por lo que conviene precisar, que no todos los "yerberos", ni parteros son hechiceros propiamente dichos, ya que la hechicería, es una serie de prácticas que conllevan una cúmulo de conocimientos adquiridos mediante un escrupuloso aprendizaje, que concluye en un ritual de iniciación, al igual que requiere aptitudes naturales, como lo son: "ser de sangre fuerte", poseer temperamento agresivo pero discreto, valor a toda prueba y buena constitución física. Condiciones que sólo se presentan en escaso número de personas, hombres o mujeres, quienes alternan la profesión hechiceril con actividades afines, como: curandero, partero, consejero y otras.

La palabra purépecha Sikuákua, sirve para designar la hechicería. De acuerdo al antropólogo michoacano Pablo Vázquez Gallardo, la hechicería que practican los pueblos michoacanos, se concreta en: "el poder que tienen ciertas personas para realizar las siguientes actividades: enfermar o matar a un individuo, adivinar el pasado, el presente y el futuro de cualquier persona, adivinar el paradero de objetos y animales extraviados o robados, curar o producir enfermedades e inmunizar a la gente contra hechizos". Cabe precisar, que la hechicería no necesariamente se concreta en la brujería, aunque sí se encuentran claras similitudes entre ambas. Siguiendo la investigación del antropólogo, los Sikuákuchas, son aquellas personas que arreglan y deshacen matrimonios, así como reúnen de nueva cuenta a las personas que siendo casadas han estado algún tiempo separadas, atontan a la gente, transmiten la buena suerte, saben secar cualquier planta, se transforman en tecolotes, cuervos y otros animales, se vuelven invisibles y pueden volar si lo desean, penetran en tiendas y casas cerradas, cambian de lugar a gente que está dormida, dominan a los espíritus buenos y malos y se dan cuenta cuando la gente trama algo contra ellas.

La hechicería vincula lo mágico con lo real, en una amalgama que propicia el contacto con poderes sobrenaturales, seres sin rostro, que pocos conocen y menos se atreven a pronunciar sus nombres. La barrera que separa el mundo real con el mundo de lo invisible, se debilita en determinados lugares que frecuentan los hechiceros, por ser considerados propicios para obtener poderes mágicos, siendo éstos: el cruce de veredas en el monte, donde ha muerto alguien, y sitios rituales determinados desde hace mucho tiempo, una roca grande en tierras de Atapán, de igual manera, el lago de Pátzcuaro es reverenciado como lugar encantado y por ello se beben de sus aguas y se consume la hierba putsúrini que crece en su rivera. Los lugares de poder, se combinan con determinados días apropiados para las actividades de los brujos. Los amuletos que utilizan, son elaborados mediante complejos rituales realizados para dotar de poder a objetos tales como: el dedo de un muerto u otros similares. Las invocaciones pronunciadas revisten un carácter ritual, ya sea en el nombre de La Virgen o de los santos de la iglesia o en el de divinidades paganas, sirven para hacer el bien o el mal, según sea la necesidad del cliente que ha requerido los servicios del hechicero(a).

Vázquez Gallardo señala, que el aspirante a hechicero debe estar dispuesto a no ir a la gloria una vez fallecido, sino al país de los muertos, a causa de seguir las normas de la hechicería y hacer contacto con el ser sobrenatural llamado Terúngutpiri. Se puede elegir ser hechicero dentro del marco ideológico de la religión católica, o bien, en el rechazo hacia ésta, siendo esta última opción la más común.

El rompimiento con la religión católica que profesan algunos hechiceros(as), implica conflictos internos con sus familias y con la comunidad, por lo que algunos de ellos han sido obligados a abdicar de sus creencias, mediante la redención ante las autoridades eclesiásticas locales. El rechazo social se fundamenta en el temor que inspiran, pero no es generalizado, siendo el respeto el sentimiento predominante, por lo que sus prácticas mágicas pasan como lícitas en el entorno social en que se desenvuelven, en donde incluso, han llegado a tener gran influencia entre los pobladores y autoridades civiles.