Por: Tatá Ismael García Marcelino. JUEVES 27 DE JULIO DE 2006.
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De acuerdo con lo que representa la Pirékua para la sociedad, sobre todo para la sociedad purépecha, Tatá Ismael Bautista Rueda es el expositor más exquisito como cantante y como compositor de Pirekuas.

Aunque el sentido de la interpretación y el talento de Los Chapás de Comachuén es casi imposible disociarlo del talento y la sensibilidad del alma que tata Ismael representa para ellos, es bueno saber que el
conjunto nació de la necesidad inconsciente y espontánea de expresarse antes que de la necesidad de éxito artístico.

Quienes integraron el grupo de Los Chapás, mucho antes de que se dieran a conocer, no descansan su fuerza y cohesión en la oportunidad de difusión que representó para ellos la grabación de discos en acetato a cargo de Fonomex.

Que la grabación de sus Pirékuas les haya servido para darse a conocer más allá de la región serrana es nada más un referente temporal, que sirve para quienes solemos evaluar trayectorias que parten de un tiempo, y que terminan o siguen, que tienen éxito o no lo tienen, y que gustan mucho, poco o nada.

La importancia de Los Chapás, en cambio, descansa en las posibilidades que construyen entre la gente de su pueblo.

La asistencia a las fiestas de la región (Quinceo, Arantepacua, Turícuaro, Pichátaro, y demás pueblos vinculados a la dinámica de la fiesta regional) es lo que hace de Los Chapás un conjunto de cantadores con filosofía propia al cantar.

Antes, muy antes del interés de Francisco Elizalde por difundir a Los Compadres de
Ichán
, a Los Gorrioncitos de Tarecuato, a Los Gavilanes de La Cantera, o a Los Galleros de Nurío, los Piréris abordan formas arcaicas de intercambio: ollas por pescado, carne por cazuelas, arneses por aceite, Pirekuas por aguardiente (o por premios de primero o segundo lugar, qué le van a hacer).

No estamos hablando de intercambio cultural, eso no se puede, sino una intercambio útil de manifestaciones sociales –artísticas, entre otras– que construyen cada día la Cultura P'urhépecha.

Muy antes que Las Mañanitas Purépechas de Radio Zamora o el Festival de la Raza Purépecha de Zacán, están Tata Juan Romero o Agapito Secundino, Juan Victoriano Cira o Eduardo Lucas. Tatá Aurelio Santiago y Tatá Ismael Bautista, en Comachuén, representan para los hablantes de la lengua P'urhépecha a dos de los más prolíficos compositores de Pirékuas.

Reúnen una sensibilidad de tal naturaleza que enseñan a su pueblo a leer poesía en Purépecha con formas que sólo ellos mantienen.

Para Elizabeth Pérez Tzintzún, poeta P'urhépecha de Zipiajo, “Tatá Ismael Bautista Rueda es un compositor-músico y uno de los mejores poetas P’urhes. Para mí, que no tengo una formación musical, Tatá Ismael tiene las ventajas de ser músico y cantante para hacer poesía”. Hay muchos pireris, pero no por eso hay muchos poetas. “Él es un caso especial, y aunque entiende el mundo fuera de su pueblo, en Comachuén es él mismo, no posa como indígena ni mucho menos como Piréri”.

Para comprender el sentido más profundo de hacer Pirekuas hay que saber que el canto de los Purépechas es
una manifestación espontánea; pretenciosa, pero no malintencionada. Es una manifestación de gusto, de dolor o admiración por la belleza: le canta a las flores para aludir a quien se llama como ellas y recurre, Tatá Ismael, a tropos como la metáfora y la comparación sencilla para decir que “la lluvia es llanto” o que “el mayor gusto de las chuparrositas es andar por ahí libando miel”.

Usa frases en español sin degradar por eso el sentido de la poesía ni de la apreciación de la vida. La Pirékua le es cotidiana, no tiene que ver con formas preconstruidas, alude a dolores comunes y toma en cuenta los males sociales sin emitir juicios de valor. Y es que el sentido que tiene el uso de frase como “dueña de mi
corazón”, o “de acordarme de aquellos tiempos/ que tú me besabas las manos…/” son formas adoptadas que Tatá Ismael tomó de otras formas culturales, pero que no van más allá de enriquecer las formas de decir; para decir mucho con poco y con marco en una canción.

Así fue que Tata Ismael Bautista Rueda, en el grupo Los Chapás de Comachuén, construyó su vida desde la convivencia con lo indígena, con la comparsa, con las ganas de cantar en la esquina, pero con tal gusto por lo exquisito que vino a convertirse en un pilar importante de las pirekuas. Los cantadores tradicionales difícilmente evaden mencionar a Los Chapás, y por muy profunda que pudiera ser la rivalidad entre cantadores, que la hay y no tendría por qué no haber, siempre se reconoce su talento y maestría.

Hoy, tata Ismael Bautista está enfermo y postrado. El dolor nos llega a todos los que lo conocemos, y nos resulta lamentable que, como una constante en los artistas del pueblo, discos más, discos menos, él no
tenga las regalías que su talento merece, porque entre los artistas indígenas la cultura del registro de obra es nuevo, novísimo; prácticamente no existe.

Por la razón que sea, el cantante y compositor más prolífico, y el alma de Los Chapás de Comachuén, merece un reconocimiento por la forma como ha compartido su música con los que la entienden sin necesidad de comprender la lengua y conocen a lo que sabe oír cantar a Tatá Ismael Bautista Rueda.