A pesar de tomas carreteras por el lado de Capacuaro, y un retén en la desviación de Nahuatzen rumbo a Jarhanpakua, logramos llegar con una leve lluvia propia de la época. En el centro del pueblo, estaba preparado el espacio para el encuentro, y en las sillas comenzaba a instalarse el público. Justo a nuestra llegada, comenzó a cantar un dueto de ahí, el dueto Jarháni. Me quedé muy sorprendida al escucharlos, muy jóvenes, muy bien acoplados, excelente afinación en voces que también eran buenas, y con un buen acompañamiento y requinteo de sus guitarras, además de buenas pirekuas. Eso me emocionó de inmediato, pues ¡auguró un muy buen encuentro! La hospitalidad de la gente de ahí, no se dejó esperar y en cuánto nos vieron llegar, nos recibieron a mi acompañante requintista el maestro Carlos Villanueva Tellez de Tingambato, su esposa y su pequeño hijo, llevándonos a una casa que tenían dispuesta para ello, a comer muy rico. Las señoras, diligentes y presurosas nos atendieron excelente.
De regreso al encuentro, me enteré que grupos estarían presentes, Trío Aranti, de Jarhanpakua, los Nocheros de Nurío, el gallito de Jarhanpakua, dueto Sierra-Galván de Charapan, Rayos del sol de Angahuan, los Amigos de la Sierra de Capacuaro, los Chapecha de Comachuen y los Gavilancillos de la Cantera, y su servidora. Escuchar al gallito de ahí mismo, fue muy bueno por dos razones: una, ya tiene tiempo cantando y lo hace muy bien, acompañando de su familia, particularmente su padre, que es compositor, pero me parece muy valioso el hecho de que este jovencito, difunde la música de sus abuelos que fueron grandes compositores de Jarhanpakua, o sea, garantizada la permanencia. (Hace muchos años grabé en uno de mis discos Male Dominga de Arturo Jiménez, uno de los abuelos mencionado).
El ambiente se fue calentando, y emocionada ante la gran elocuencia en lengua P’urhepecha, del conductor de la XEPUR Ubaldo Felipe Cruz, de Comachuén, con quien compartí foros por muchísimos años en la sierra, subí a cantar lo que llevamos preparado con mi compañero.
Canté con el corazón, volví a un escenario en donde lo que más me emocionó, es que estábamos en el corazón de nuestro pueblo y ante nuestra gente, no hacía falta más. Sé que quien me acompañó y alentó desde auándarhu -como siempre lo hizo en vida- fue mi esposo Tatá Ireneo Rojas, con el gran amor que me tuvo en toda nuestra vida matrimonial. Así, canté mirando la última luz del día, despidiendo a tata Jurhíata, recibiendo el manto oscuro de la churikua y dando bienvenida a janíkua que de repente amenazaba llegar, con el hermoso cerro oscuro que resguarda a esta gran comunidad, actual sede de Kurhíkuaeri K’uinchekua. Los organizadores del encuentro, fueron extremadamente delicados y ambles conmigo, al darme un lugar de respeto en la mesa de presídium. Ahí saludé muy efusivos y contentos a mis actuales compañeros del Fuego Nuevo, los Terunchiticha de Jarhanpakua, quienes de manera muy respetuosa y ceremonial me esperaban al concluir nuestra participación.
Con los T'erunchiticha hemos estado trabajando durante el año, mes con mes, el Concejo de Kurhíkuaeri K’uínchekua (del que formo parte), preparando la celebración del día 1 de febrero del próximo año, y reflexionando grupalmente, sobre los valores de nuestra fiesta y nuestra cultura, me ha asombrado que trabajadores, fuertes y organizados son en esta comunidad.
Pero volviendo al tema de este pequeño escrito que fue el encuentro, ante nosotros fueron desfilando los grupos que cité al principio. De excelencia los Nocheros de Nurío, con un requintista extraordinario muy joven; de llamar la atención, que al menos ahí de tres grupos, ya estábamos escuchando a la siguiente generación. Conservaron el nombre o algún referente pero es gente nueva, jóvenes la mayoría, como pasa con los Gavilancillos de la Cantera, que trae nueva piréri, muy joven y guapa y que promete en unos años ser así de buena como lo fue la piréri de los Gavilanes en su tiempo. Igual pasa con los Rayos del Sol, recurriendo a las clásicas del gran compositor Chinto Rita o como los Chapas y la Sombra de los Chapas que siguen la escuela de nuestro recordado y querido tata Ismael Bautista (†) de Comachuén.
Observé cómo la pirékua también está siendo afectada por los medios, al escuchar de los mismos piréris el lenguaje y expresión de los conductores de Jaripeos rancheros, sin aceptar o entender que cuando se es bueno en algo, no se requieren de artificios que encubran las deficiencias o las mediocridades. Se es bueno y ya. La evidencia, en el uso de los instrumentos electrónicos que con volúmenes estruendosos, no dejan escuchar las voces, que son la base de la pirékua, o el excesivo uso de los requintos que duran 3 o 4 minutos haciendo ornamentaciones barroquísimas y dejan un minuto al canto, ufffff!. Esta parte también ha dificultado mucho el trabajo de quienes sonorizan y al menos me ha tocado observar que difícilmente logran ecualizar adecuadamente a los grupos, sobre todo por la falta de tiempo, ya que ese trabajo también es muy minucioso y en un encuentro así, es imposible cubrirlo. Como consecuencia, se pierde mucho la fidelidad de interpretación de los grupos que ya en plena actuación, luchan con los aparatos y los chillidos de los micrófonos.
Pero fuera de todo esto, en cierto momento muy emotivo, al escuchar viejas pirékuas cantadas tal como fueron concebidas, sin modificarles el ritmo a cumbia, o a voces gatunas maullando, sino voces bien timbradas, afinadas, suaves y acariciadoras, vino a mi mente el nombramiento Patrimonial de la Pirékua hecho por la UNESCO en el 2010. Recordé que en estos días, se reunirían o reunirán los “expertos” a hablar de esas cosas. Sin embargo, ayer en Jarhánpakua, eso poco importaba, es más, segura que ni quien se entere de esas cosas tan sofisticadas. Que jamás llegará un beneficio directo a quienes estaba reunidos ayer expresando su música, porque ya habrá los advenedizos que no faltan nunca, que serán los que están y siguen haciendo su agosto con esas cosas y que mal, porque lucran a partir de otros.
Mi alegría volvió cuando pensé que gracias a encuentros como el de ayer, a que sigan manteniéndose los piréris contra toda eventualidad, nuestra música seguirá existiendo, siempre y cuando también, siga habiendo un público como el que se concentró ayer en la pequeña plaza, contentos, ávidos de escuchar, fuera de nombramientos patrimoniales, así que, ¡¡Arriba la Pirékua P’urhepecha!!
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Un escrito de: Nana Rocío Próspero Maldonado.
Fotografía de: Juan José Estrada Serafín. Blanco y negro: "Orquestas Añoranza" de Tatá Julio Granados de Ichán, Michoacán. 2014.